Cuando haya peleas con lesiones, «pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe» (Éxodo 21, 23-25).
La aplicación de este principio bíblico ha dejado un reguero interminable de tuertos y de ciegos, que se movían en la oscuridad dando palos a diestro y siniestro.
«Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego», dijo una vez Mahatma Gandhi.
Pero hay otro principio bíblico: «Esto os mando: que os améis unos a otros» (Juan 15, 17). Tiene suficiente potencial para transformar las relaciones humanas por completo.
Una vez más, vuelve a aparecer «la responsabilidad de tener ojos cuando los otros los han perdido», tal como señala José Saramago (Ensayo sobre la ceguera).
No sé quién podrá hoy ver por los demás en estos tiempos de venganza. De lo que estoy convencido es de que, como sea y ante quien sea, «al final de la vida te examinarán del amor», parafraseando un dicho atribuido a San Juan de la Cruz.