Es llamativo que en una época dominada por la información masiva estemos rodeados por la desinformación y, sobre todo, por la falsa información. Triunfa la mentira, el infundio, la trola y la chapucería.
Además, creo que los bulos y los embustes tienen una relación directa con el aumento de la polarización y de la ignorancia. A mí me parece que se piensa poco, se reflexiona menos y, aunque haya más titulados académicos, se minusvalora el conocimiento.
Y, a mayor abundancia, el mundo digital, “virtual”, que influye de manera tan decisiva en negocios, políticas, opiniones y decisiones, está suplantando al mundo real e impulsa a convertirlo en algo ficticio, ilusorio e imaginario… “Irreal”.
Lo real está siendo trocado y trucado. Ya no basta con convertir lo falso en verdadero; se busca transformar la realidad en falsedad. La verdad es una especie de incordio que hay que sajar y desechar para siempre. La moda de la “posverdad” no es casual.
Hay dos dibujos de Goya que pueden ser aquí de interés en todo este asunto.
Uno de ellos muestra a una mujer muerta, tirada en el suelo y envuelta por una luz, rodeada por un grupo de tristes personas que la van a enterrar. Lleva por título «Murió la verdad».
El otro representa a la misma mujer, rodeada en este caso por personajes enigmáticos que la miran con gestos de preocupación, expectantes ante un posible despertar que puede traerles peligros. En la parte inferior del dibujo hay este título: «¿Si resucitara?».
Ante esta situación tan goyesca, también yo me pregunto: «¿Y si resucitara?».