Las posibilidades de la razón y del proyecto ilustrado de la filosofía moderna han fracasado por completo. No existe una ética comúnmente compartida, como sucedía siglos atrás a partir de la ley natural y los principios de ella derivados. En la sociedad actual, secular, pluralista y fragmentada, existen un número indefinido que, por compartir una moral común, pueden ser llamados «amigos morales» pero el conjunto de la sociedad es un mosaico de «extraños morales», como dice Engelhardt.
La resolución pacífica de los conflictos morales de este tipo de sociedad se basa en el acuerdo o la negociación o el consenso entre «personas razonables», aun cuando sean extraños morales entre sí. Eso es posible mediante el respeto mutuo o permiso, es decir, la prohibición de usar a los demás sin su consentimiento. He ahí el principio cardinal de la vida moral y su condición de posibilidad en la sociedad actual. Por lo tanto, no hay una bioética estandarizada para extraños morales. Sí hay bioéticas, en plural, que corresponden a cada grupo o comunidad.
La única bioética posible y deseable es la bioética laica, que permite resolver conflictos éticos a personas y grupos de convicciones diferentes e incluso enfrentadas mediante el permiso del consentimiento. Por eso la tolerancia, basada en el respeto mutuo, es la clave para convivir; la autonomía individual tiene primacía moral y el Estado (liberal) está reducido a la mínima expresión, sin interferir en la esfera privada.
Para mayor información, véase en este blog la entrada Bioética laica.
Véase el artículo completo sobre Bioética del permiso.18.02.2012