• Ha llegado usted al paraíso: Asturias (España)

Actualidad

Sucesos que atraen la atención por su impacto en la escena de la vida cotidiana u otros temas relevantes de carácter cultural, científico o humanístico referentes a la vida.

De vez en cuando

De vez en cuando 150 150 Tino Quintana

Esto no tiene remedio…, todo va de mal en peor…, la vida es un mal negocio que no cubre gastos…

Pero, de vez en cuando, sucede lo que dice José Emilio Pacheco:

«Una gota de lluvia temblaba en la enredadera.
Toda la noche estaba en esa humedad sombría
que de repente
iluminó la luna».

Mientras escribo estas líneas, ahora mismo, alguien está naciendo o, si no es así, dos personas se están enamorando, o quizá haya una semilla de esperanza que brota en algún lugar.

Sí. «De vez en cuando la vida nos besa en la boca / y a colores se despliega como un atlas. / Nos pasea por las calles en volandas / y nos sentimos en buenas manos», canta Joan Manuel Serrat.

No por eso desaparecen las desgracias, ni los desastres, ni los “malos negocios”, pero se ven de otro modo… al menos de vez en cuando… y me ayudan a seguir caminando.

Seminarios de Innovación de Atención Primaria (SIAP)

Seminarios de Innovación de Atención Primaria (SIAP) 150 150 Tino Quintana

Los Seminarios de Innovación en Atención Primaria (SIAP) son actividades libres de “humos industriales”, sin ánimo de lucro y de inscripción gratuita. Se puede participar desde cualquier lugar del mundo y en cualquier idioma (con preferencia español y portugués). Están abiertos a estudiantes, residentes y profesionales sanitarios y también a legos en general. Se iniciaron en 2005 y llevan ya 40 ediciones. Ofrecen constante innovación pedagógica para facilitar la participación y el aprendizaje a distancia y presencial, de forma que se pueda mejorar el trabajo clínico diario con nuevo conocimiento y/o nuevas formas de organización.

Su coordinación corre a cargo del Equipo CESCA y, desde su inicio, por Juan Gérvas, médico de cabecera. Entre los miembros iniciales estuvo también Mercedes Fernández, también médico de cabecera, muy interesada por las cuestiones éticas en relación con la práctica clínica.

Entre el 3 de mayo y 3 de junio de 2023 se celebró el #siapAsturies, centrado en torno a la autonomía del paciente con motivo de la entrada en vigor, hace veinte años, de la Ley 41/2002 de 14 de noviembre básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica.

El programa se encuentra en el enlace incluido en esta misma línea.

Los SIAP tienen dos partes diferenciadas: la primera consiste en un debate “virtual” que desarrolla varios hilos temáticos relacionados con el tema central: la autonomía del paciente; la segunda parte es presencial y, en este caso, tuvo lugar en el salón de actos del Colegio de Médicos de Asturias en la ciudad de Oviedo.

Como vocal del Comité de Ética de Investigación del Principado de Asturias, he participado en este seminario #siapAsturies con dos ponencias, tanto en el debate virtual sobre diversos hilos temáticos como en la sesión presencial.

Rótulos oficiales del #siapAsturies fueron: “Pasos firmes en la autonomía del paciente” / “En la consulta y siempre con zapatos de paciente”.

Adjunto los textos básicos que he utilizado:

DEBATE VIRTUAL: 3 de mayo 1 de junio: Consentimiento Informado Ensayos Clínicos

SESIÓN PRESENCIAL: 6 de junio: Visión de conjunto y sugerencias

Al fin del mundo

Al fin del mundo 150 150 Tino Quintana

Hace varios días le dije a mi nieto de repente: «Oye: yo iría contigo al fin del mundo. ¿Vendrías tú conmigo?». Él se quedó mirándome, asombrado, ante tal cuestión, porque aún no sabe lo que es el “mundo” ni, mucho menos, el “fin del mundo”.

Pero yo insistí: «Qué me dices, ¿eh? ¿Irías conmigo al fin del mundo?».

Entonces, movió la cabeza de arriba abajo, sin dejar de mirarme, y dijo: «Tí, tí» —pues hay algún problema con la “s”—.

Después, le hice un breve esquema académico sobre las dificultades que encontraríamos en un trayecto tan largo. Sus ojos transmitían desconcierto y, a la vez, la confianza y la seguridad que da el cariño.

Busqué un verso de Rafael Arenas y se lo recité: «Un día, de tanto verte, te vi».

«Al final, la diferencia está en la mirada, hijo —añadí—. Recuérdalo: está en la mirada». Yo pensé, una vez más, que vivimos por los demás para señalarles lo que es vivir.

Así que, salimos a la calle, él en su triciclo y yo empujando.

Volvía la cabeza, de vez en cuando, para ver dónde iba yo.

Íbamos al fin del mundo.

 

Un metro cuadrado

Un metro cuadrado 150 150 Tino Quintana

Si me dijeran que debo arrancar las malas hierbas de cientos de kilómetros a la redonda, dejaría caer los brazos y diría: «Esto es una empresa imposible. Nunca lo conseguiré».

Pero si me dijeran «Mira: tú tienes un metro cuadrado. Tenlo limpio de hierbajos, siembra ahí buena semilla y cuídalo». Eso parece insignificante, pero es factible.

No se trata de arreglar el mundo, ni la ciudad, ni el barrio, ni la comunidad de vecinos, ni buscar aplausos o popularidad. Nada de eso. Ya se dijo en muchos lugares, como en la Antígona de Sófocles, que «actuar por encima de nuestras posibilidades no tiene sentido».

Así que mejor sería decir esto: «Mira, no puedo dedicarte la vida, ni la semana, ni todo el día, pero sí una tarde a la semana, cinco días al año, un par de horas más al día… para estar contigo, reírnos juntos, cuidarte… Es solo un metro cuadrado, pero te lo doy».

En tiempos donde abunda la bulimia de medios y la anorexia de fines, reconforta saber que hay infinidad de personas anónimas que no pasaron su vida llenando inútilmente de agua toneles con agujeros, como las Danaides, sino regando su metro cuadrado de cosas buenas. En tal sentido es ilustrativo leer el siguiente texto de George Eliot (Mary Ann Evans):

«… el efecto de su ser en los que tuvo a su alrededor fue incalculablemente expansivo, porque el creciente bien del mundo depende en parte de hechos sin historia, y que las cosas no sean tan malas para ti y para mí como pudieran haber sido, se debe en parte a los muchos que vivieron fielmente una vida oculta, y descansan en tumbas que nadie visita».

He conocido a muchas de esas personas: hacen el mundo mejor sin saberlo ellas mismas.

El grito

El grito 150 150 Tino Quintana

«El grito salta en las piedras / Atropellando el silencio», dice Atahualpa Yupanqui.

Algo así puede suceder cuando se mira despacio la escultura de Laocoonte o el cuadro de El Grito.

El primero de ellos, un conjunto escultórico fechado hacia los siglos II-I a. C., muestra la desesperación de Laocoonte y de sus dos hijos, atrapados por dos enormes serpientes enroscadas a su alrededor que los asfixian hasta matarlos. Comenta Virgilio en la Eneida que «Laocoonte lanza al cielo gritos de horror».

Muchos siglos después, entre 1893 y 1910, el noruego Edvard Munch pintó una serie de cuadros, bajo el título compartido de El Grito, donde aparece una figura humana, con las manos rodeando la cara y la boca muy abierta, dando gritos o quizá oyendo o viendo algo que le provoca miedo, peligro, dolor, desesperación.

Dice León Felipe «que los gritos de angustia del hombre / los ahogan con cuentos».

¿Somos hoy capaces de ver u oír las nuevas situaciones de Laocoonte y de El Grito? El propio Edvard Munch dijo de su cuadro que «solo pudo haber sido pintado por un hombre loco» ¿Será, entonces, una simple ficción artística, un embuste o… un cuento?

 

 

Piensa en mí

Piensa en mí 150 150 Tino Quintana

Hace unos días estaba mi nieto sentado a mi lado, dedicado a sus actividades secretas ─ver los dibujos de La leyenda del lobo cantor, trazar líneas al estilo picassiano y mover las figuras de animales de su granja─, y, de repente, me miró asombrado con sus grandes ojos.

Yo acababa de decir para mis adentros “Schopenhauer”. Bueno, en realidad pronuncié “Schópenjaua” en plan muy fino, porque no se puede enredar con estas cosas. Y ya lanzado, dije de seguido “Kierkegaard” en plan elegante, o sea, “Kírkegoord”. Pero él me hizo saber con gestos que me veía cara de logaritmo neperiano.

Así que me dije: «¡date, este niño oye lo que pienso!».

Tal fue mi sorpresa que le solté un discurso concentrado de tipo gnoseológico: «Mira, cielo ─le dije─, tú no consientas que piensen por ti. No te dejes pensar ¿Vale? Es mejor pensar en alguien y, sobre todo, en quienes te quieren».

Él continuaba mirándome, asombrado, diciendo para sí mismo: «¡Qué barbaridad! ¡Cómo está el abuelo!».

Pero la cosa no paró ahí. La euforia discursiva me llevó a buscar un poema de Ángel González y señalé los siguientes versos:

«Yo existo
Porque tú me imaginas”.

Y añadí a continuación: «Cuando entiendas esto y no me puedas ver, imagina que estoy contigo».

Al verme así de suelto, el niño pensaba: «¡Qué deteriorado está ya este hombre!».

«Y si alguna vez ─insistí─, cuando seas mayor, escuchas la canción Piensa en mí, de Agustín Lara, y no estuviera contigo, recuerda que esta última parte de mi vida se resume en estos versos:

“No la quiero para nada,
Para nada me sirve sin ti”.»

Y, entonces, nos abrazamos muy fuerte y sonreímos durante un buen rato.

Las pequeñas cosas

Las pequeñas cosas 150 150 Tino Quintana

Hay ocasiones, en el día a día, donde la realidad se desvanece, los hilos se cortan, las luces se apagan, entras en el corazón y lo ves vacío. Pero, en tales momentos, también es posible descubrir el valor de las pequeñas cosas y la grandeza de lo aparentemente efímero. Esto sigue siendo un discurso de plena actualidad.

«Si apagas la luz, / entran por la ventana / frescas estrellas», dice un haiku de Natsume Sōseki. Algo parecido dice Jorge Luis Borges cuando señala que en lo más humilde puede esconderse un universo: «¿Es un imperio / esa luz que se apaga / o una luciérnaga?».

Todo depende del lugar donde cada uno se sitúe para mirar: de la perspectiva. Un “buenos días” inesperado, una canción olvidada, un beso por sorpresa, una sonrisa o un abrazo, una palabra oportuna… son momentos que nos salvan.

Yolanda Castaño muestra que en esas pequeñas cosas siempre aparece el otro… siempre:

«Cómo mirar de nuevo
Si aun cuando me froto los ojos
Me salen a veces los tuyos».

Y Vetusta dormía la siesta

Y Vetusta dormía la siesta 150 150 Tino Quintana

En Oviedo, la mitad de sus ediles, ─numerosa representación ciudadana─ acaban de votar en contra del nombramiento de Leopoldo Alas “Clarín” como Hijo Adoptivo de la ciudad.

Y, como la votación estaba reñida ─trece a favor y trece en contra─, el propio alcalde, en un alarde cultural poco frecuente, utilizó su ilustrado voto de calidad para denegar tal honor al autor de La Regenta, una de las cumbres artísticas del siglo XIX junto a Madame Bovary de Flaubert y Ana Karenina de Tolstoi, sin olvidar la inmensa Tristán e Isolda de Wagner.

Es una vergüenza que tales cargos públicos utilicen de ese modo el dinero que ponemos en sus manos, máxime sabiendo que en 1937 se destrozó el busto de “Clarín” ─repuesto tras muchas discusiones y retrasos en 1968─ y, seguidamente, fusilaron a su hijo Leopoldo García-Alas, entonces rector de la Universidad de Oviedo.

¡Ay Vetusta del alma! ¡Qué pesada es «la digestión del cocido y de la olla podrida…» que te atribuyó «Clarín»! ¡Qué olor a rancio desprendes en estos casos! Ahí no estabas dormida. No. Estabas durmiendo, como hubiera apostillado el senador Camilo José Cela.

«La heroica ciudad dormía la siesta». Así comienza La Regenta que te hizo inmortal. Y, a veces, sigues durmiendo.

P.D. En 1934, el Ayuntamiento de Oviedo nombró Hijo Adoptivo al Excmo. Sr. D. Francisco Franco Bahamonde, como se puede ver en la web municipal correspondiente.

 

Regresar

Regresar 150 150 Tino Quintana

Mi hermano Yayo tenía la costumbre de preguntar a un señor: «¿A dónde vas?». Y el otro respondía siempre: «A ninguna parte». Era un irónico ritual diario que no olvido. Se parecía a la novela y película de Fernando Fernán Gómez, El viaje a ninguna parte: «Los caminos se entrecruzan, se revuelven sobre sí mismos antes de llegar a ningún lado».

Homero cuenta en la Odisea el viaje de Ulises a Ítaca como un trayecto lleno de aventuras y rico en experiencias, donde tiene valor el viaje como tal. Sin embargo, se trata en realidad de un viaje de vuelta, de regreso. (Sugiero leer Ítaca-Cavafis). Suele suceder, además, que quien sale de viaje vuelve siendo otro y, en ocasiones, ya no vuelve.

Algo parecido lo pone de relieve Jenofonte, en su Anábasis, cuando describe a los griegos, abrazados unos a otros y con lágrimas en los ojos, gritando: «¡El mar! ¡El mar!». Acababan de llegar a la costa después de recorrer una enorme distancia llena de peligros desde tierras persas. Era lo que esperaban ver. Estaban de vuelta: regresaban a casa.

Por cierto, no soy capaz de seguir escribiendo sin traer a colación los viajes de los emigrantes. Dice Warsan Shire, poeta refugiada somalí, en su poema Hogar, que nadie abandona su hogar a menos que «los kilómetros recorridos signifiquen algo más que un simple viaje».

Todos estamos, de algún modo, en un punto de no retorno: a Ítaca o a ninguna parte.

Viajar es marcharse de casa, dejar los amigos e intentar volar; es vestirse de loco y decir “no me importa”; volver a empezar, conocer otra gente… Lo ha dicho Gabriel Gamar, pero hoy me quedo con su último verso: «viajar es regresar».

Más adentro

Más adentro 150 150 Tino Quintana

Cuenta Jenofonte (Recuerdos de Sócrates, IV, 6-7), que un conocido sofista llamado Hipias regresó a Atenas después de hacer un máster por el extranjero, y, viendo un día a Sócrates dialogar con sus discípulos, se dirigió a él en tono burlón de la siguiente manera:

«─¿Todavía sigues diciendo, Sócrates, las mismas cosas que te oí decir hace mucho tiempo? ─Y Sócrates respondió:

─Sí, Hipias, y, lo que es más sorprendente todavía, no sólo digo las mismas cosas de siempre, sino que sigo hablando de los mismos tópicos. En cambio, tú, como eres un erudito, nunca dices lo mismo sobre los mismos temas.

─Descuida ─añadió Hipias─, siempre intento decir cosas nuevas».

Sócrates llamaba a los sofistas «pasteleros de discursos» (logomágeiroi).

San Agustín siguió el estilo socrático y buceó en las profundidades del yo interior no porque tuviera habilidades filosóficas, sino porque buscaba el sentido de su vida:

«¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro y yo fuera, y fuera de mí te buscaba… Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo… Me llamaste y me gritaste hasta romper mi sordera; brillaste sobre mí y me envolviste en tu resplandor, y disipaste mi ceguera; derramaste tu fragancia y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti y tengo hambre y sed; me tocaste y me abrasé en tu paz» (Confesiones, X, 27).

El viaje en el que más aprendemos de nosotros mismos es el que nos lleva al propio interior. Pero, disfrutar hoy de «la música callada y la soledad sonora» de ese cuarto íntimo, como diría san Juan de la Cruz, es difícil. Estamos rodeados de ruido.

Frente al deslumbramiento de los sofistas actuales permanece la certeza de que lo importante no se encuentra fuera, sino dentro; no está más lejos, sino más adentro.

TINO QUINTANA

Profesor de Ética, Filosofía y Bioética Clínica (Jubilado)
Oviedo, Asturias, España

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