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Ética enfermera

Es una práctica humana, de carácter cooperativo, dotada de una metodología propia, compleja y coherente, cuyo objetivo específico es buscar o conseguir un bien interno a ella misma, un bien que ninguna otra actividad puede proporcionar. Ese bien interno es el “cuidado” de las personas enfermas, concretado en los planes de cuidados que conforman el proceso de enfermería.

Ética Enfermera Básica

Ética Enfermera Básica 150 150 Tino Quintana

La enfermería está vinculada estrechamente a la ética. Tan es así que podemos examinar la actividad enfermera desde varias perspectivas cuyo común denominador es la ética: la relación, la responsabilidad, el cuidado y la profesión. Todo ello nos permitirá comprender que la ética enfermera, enmarcada en el vasto campo de la práctica sanitaria, no es un simple reflejo de la ética médica. Tiene características y especificidades propias.

1. RELACIÓN, RESPONSABILIDAD, ÉTICA Y ENFERMERÍA

La ética trata de fundamentar y dar razón de la vida moral. No es sólo un asunto de la inteligencia y, menos aún, del individuo replegado sobre sí mismo y aislado de su entorno. Surge en el cruce de las relaciones personales, porque el ser humano no puede comprenderse a sí mismo sino como ser en relación. La experiencia del otro, vivida en esas relaciones, nos impulsa a sustituir el ser-para-sí por el ser-para-el otro, el egocentrismo por el altruismo, superando el ámbito de las elecciones racionales por la experiencia de vivir expuestos ante la vulnerabilidad del otro, y reclamándonos compromiso y justicia de un modo mucho más básico y exigente que cuando nos ocurre a nosotros mismos (véase A. Moreno. «La ética de la vulnerabilidad de Corine Pelluchon». Daimon. Revista Internacional e Filosofía. 2013; 58: 171-178). La experiencia del otro, la alteridad, es el origen de la ética y el punto de arranque de la moral cotidiana.

El otro se hace visible, sobre todo, a través de su rostro, un rostro que habla, llama y cuestiona nuestra libertad, impulsándonos a reconocerlo y a no pasar indiferentes ante él. Además, el rostro del otro se niega a la posesión, al afán de control y de dominio, y a ejercer sobre él la violencia. Cuando renunciamos a tratarlo como cosa sometida a nuestro poder, o sea, cuando establecemos una relación ética, esa misma relación se convierte en barómetro de nuestra moralidad. El tipo de trato que otorgamos a los demás es la prueba apodíctica de nuestra estatura moral y de nuestra catadura ética, la demostración del tipo de persona que somos cada uno. La experiencia del otro, la alteridad, es el retrato de la ética personal.

Por otra parte, dado que el rostro del otro habla y está ahí, ante nosotros, movilizando hacia él nuestra razón y nuestro sentimiento, en esa experiencia surge también nuestra responsabilidad como obligación de responder al otro y de responsabilizarnos del otro. Nuestra identidad, nuestra mismidad, eso que es único en cada uno, está apoyada y sostenida en la responsabilidad por el otro. Cuando la vida, la alegría y la pena, el dolor y el sufrimiento o la muerte del otro, nos tienen descuidados o sin cuidado, es muy difícil que se pueda hablar de ética, sencillamente porque no hay alteridad, sólo existo yo, desde mi yo y para mi yo. En ese tipo de contexto no hay nada más que cosas fuera de mí sobre las que puedo ejercer mi poder o mi dominio. El otro deja de ser “alter”, otro “yo”, y se transforma en cosa, en pura mercancía. Hemos dejado de percibir su llamada y, por ello, también hemos dejado de ser responsables y hemos perdido las raíces de la ética y de lo humano.

Por eso la experiencia de alteridad tiene mucho que ver con la transición del ser-con al ser-por, del estar-con alguien al estar-por alguien. En este nuevo contexto, el otro ha dejado de ser para mí un extraño moral y se ha convertido en prójimo, porque respondo a su llamada que me pide tratarlo con hospitalidad y solidaridad. Soy con los otros significa soy por los otros, responsable del otro, decía E. Lévinas, que añadía lo siguiente: decir “Yo significa heme aquí, respondiendo de todo y de todos…constricción a dar a manos llenas”.

La descripción sobre el origen y los fundamentos de la ética, antes expuestos, traduce e interpreta la experiencia enfermera. En ella se vive la relación con el otro en varias direcciones, pero, en particular, con la persona enferma o sana que, respecto a su salud, es sujeto de derechos y, por encima de todo, sujeto de necesidades y carencias, de dolor y sufrimiento.

Esa experiencia del otro, es, por una parte, el origen de un modo ser específico y de un rol característico y, por otra, el lugar donde renace sin cesar la ética enfermera con sus características: 1) cultivar la sensibilidad ante el ser humano vulnerable y necesitado; 2) adquirir un compromiso explícito en favor de ese ser humano; 3) ponerse en el lugar del otro, ofreciendo escucha, mirada, comprensión y atención; 4) mejorar continuamente en los conocimientos y habilidades técnicas de la actividad enfermera; 5) asimilar la actitud ética fundamental: “Yo significa heme aquí, respondiendo de todo y de todos”; y 6) asumir la responsabilidad como eje central de la enfermería.

2. EL “ARTE DE CUIDAR”: IDENTIDAD ENFERMERA

Los seres humanos necesitamos ser cuidados y estamos hechos para cuidar a los más cercanos, pero, además, tenemos la capacidad de llegar hasta los lejanos, los diferentes y los extraños, creando vecindad, proximidad, fraternidad y humanidad, en suma. Y es que, por más que la autonomía y la independencia se lleven hoy la mayoría de los triunfos, en realidad estamos interrelacionados y somos esencialmente dependientes.

La autonomía no es absoluta. Está quebrada existencialmente por la dependencia y la vulnerabilidad. Ambas aparecen primero y duran más tiempo que la autonomía. Y ambas son un lugar privilegiado para vivirlas con dignidad. Así pues, el cuidado parte de la comprensión del mundo como una red de relaciones de dependencia y se proyecta en la responsabilidad por los otros. Por eso se puede hablar de la ética del cuidado y del “arte de cuidar” como aptitud y como actitud para ejercer con diligencia y solicitud la atención a las personas confiadas a su cargo.

Las relaciones entre los profesionales sanitarios y los pacientes adquieren rasgos y tonalidades específicas. Dentro de ese ámbito, la experiencia del otro, enfermo o sano, implica un importante cambio en el modo de comprenderse a uno mismo, que consiste en pasar del ser-para-sí al ser-para-el otro, del soy-con-los otros al soy-por-los otros, responsable de los otros. En esa relación está el origen de la ética de las profesiones sanitarias. Para la enfermería se trata de una relación directa entre la persona que cuida, el cuidador o cuidadora, y la persona que es cuidada. Esta relación, centrada en el cuidado, ha variado a lo largo del tiempo y, con ello, la concepción de la propia enfermería, como veremos seguidamente.

Florence Nightingale, iniciadora de la enfermería moderna, ha intentado dotarla de bases lógicas y de un cuerpo de conocimientos teóricos sistematizados. La tarea de cuidar se fundamentaba en el principio de beneficencia, interpretada desde el paternalismo médico, cuyo correlato en enfermería era la fiel ejecución de las órdenes médicas y la consideración del paciente como un niño que se limita a obedecer los sabios criterios de los profesionales sanitarios. La enfermería carecía de un rol propio y específico.

En las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo XX se producen grandes cambios. La figura enfermera se presenta como “abogada o defensora del paciente” y entiende el cuidado como protección y defensa los derechos del paciente. La obligación de cuidar se fundamentaba en el principio de autonomía, interpretada como reivindicación de la independencia de la profesión enfermera, por una parte, y, por otra, como defensora de la libertad del paciente que se siente extraño en un ambiente hospitalario hostil a sus derechos. Para dar unos buenos cuidados, la enfermería debe conseguir la máxima independencia profesional y mantener una actitud reivindicativa en la que su prioridad es, ante todo, la lealtad al paciente.

Desde finales del siglo XX hasta hoy el contenido de los cuidados de enfermería ha sido objeto de numerosas publicaciones. Ha sido también ésta la época en que más repercusión alcanzó la “ética feminista del cuidado”, promovida por Carol Gilligan. Asimismo, se ha intentado elaborar una definición de cuidado compartida, pero, de hecho, existen muchas y variadas acepciones: cuidado como trato humano; como compromiso moral de mantener la dignidad e integridad de las personas; como afecto, implicación emocional, empatía e intimidad; como atención biológica, asociada a la búsqueda de resultados fisiológicos; como acto terapéutico en el que el paciente percibe necesidades y el/la enfermero/a interviene en la satisfacción de las mismas.

En cualquier caso, el cuidado se ha convertido en distintivo de la enfermería. Es la clave de su identidad. La tarea de cuidar es ahora un proceso de atención que se desarrolla siguiendo una metodología específica y que conlleva, a su vez, una serie de intervenciones planificadas y una serie de resultados esperados, es decir, un detallado plan de cuidados de enfermería. Basta para ello consultar NANDA, NOC, NIC, por ejemplo, o la asociación española AENTDE o la europea ACENDIO.

La obligación de cuidar se fundamenta hoy en los cuatro principios de la bioética: la justicia y la no maleficencia comprometen a la/el enfermera/o a la distribución justa de recursos y a la minimización del daño al paciente. No obstante, el principio que más repercute en la actividad enfermera es la nueva formulación del principio de beneficencia, interpretado como la obligación de hacer el bien al paciente contando siempre con su autonomía, es decir, con su decisión previamente informada. De este modo, la enfermería ha entrado de lleno en el campo de la bioética clínica aportando cosas que van mucho más allá de los principios. Aporta capacidades, habilidades, destrezas y disposiciones específicas para cuidar.

Así todo, el horizonte ético de referencia permanente es la dignidad del ser humano. Cada enfermo tiene valor en sí mismo y siempre es digno del máximo respeto. Jamás tiene precio y no se le puede rebajar al plano de las cosas, como si fuera un instrumento de cualquier capricho. Por eso precisamente, porque posee dignidad inalienable, debe ser tratado como persona, sujeto de necesidades y de derechos. Ese es el principal valor y el fundamento del cuidado como raíz de la identidad enfermera.

Conviene recordar que el otro se convierte realmente en alguien para mí cuando deja de ser una cosa que puedo someter y dominar a capricho. Cuando sucede esto último, las relaciones se reducen a mero intercambio de consumo y el propio ombligo se convierte en el único centro del planeta. Por el contrario, cuando consiento en escuchar la llamada del otro, le reconozco como tal, me responsabilizo de su vulnerabilidad, y lo acepto, entonces yo me transformo en anfitrión y él en huésped, o sea, estoy practicando la hospitalidad. Cuando alcanzamos esa autocomprensión estamos diciendo “heme aquí” dispuestos a dar y a mejorar continuamente el proceso de atención en enfermería, cuidando a cada persona bajo mi responsabilidad.

3. ÉTICA DE LA PROFESIÓN ENFERMERA

La actividad profesional enfermera se puede comprender utilizando la definición de “práctica”, formulada por MacIntyre: “cualquier forma coherente y compleja de actividad humana cooperativa, establecida socialmente, mediante la que se realizan los bienes inherentes a la misma mientras se intenta lograr los modelos de excelencia apropiados a esa forma de actividad y la definen…”.

Podríamos decir, entonces, que la profesión enfermera es una práctica humana, de carácter cooperativo, dotada actualmente de una metodología propia, compleja y coherente, cuyo objetivo específico es buscar o conseguir un bien interno a ella misma, un bien que ninguna otra actividad puede proporcionar. Se trata de un bien querido y buscado de manera planificada, organizada, se trata, en suma, de perseguir un fin que es propio de la enfermería, le da sentido y le confiere legitimidad social. Ese bien interno o específico es el “cuidado” de las personas enfermas, un bien que se concreta de manera coherente y compleja en los planes de cuidados que conforman el proceso de enfermería.

Así pues, la ética de la profesión enfermera se cifra en el cuidado, porque ese es su fundamento y su razón de ser, su bien interno o, dicho de otro modo, porque esa práctica es una de las formas de verificar que el ser humano es absolutamente valioso para el propio ser humano. Este valor supremo se desglosa en valores, que aquí sólo podemos enumerar, como el respecto por la vida y por ser el humano en su integridad, la actitud de servicio, la honestidad, el altruismo, el desinterés, la confidencialidad, la lealtad, la veracidad, la solidaridad, la imparcialidad, además del trabajo en equipo y la competencia profesional. Al fin y al cabo, la ética consiste en objetivar valores positivos.

A su vez, los valores se condensan en deberes básicos como son promover la salud, prevenir la enfermedad, restaurar la salud y aliviar el sufrimiento (véase, por ejemplo, el Código deontologico del CIE para la Profesión Enfermera) a las personas de todas las edades, familias, grupos y comunidades, enfermos o sanos, en todos los contextos. Los valores se condensan también en una serie de deberes más concretos agrupados según los criterios que definen las relaciones de los profesionales de enfermería con las personas a su cuidado: los enfermos en general y, en particular, los discapacitados físicos y psíquicos, los niños y los ancianos, además de otros relacionados con la sociedad, la educación, la investigación y la planificación sanitaria. (Véase, por ejemplo, el codigo_deontologico_de_la_enfermeria_espanola).

Y, en fin, los valores y los deberes quedan articulados por los principios generales de la bioética enunciados más atrás: no maleficencia y justicia, beneficencia y autonomía. El codigo_deontologico_europeo contiene una serie de principios fundamentales que merece ser tenido en cuenta.

Sólo resta añadir la necesidad de practicar la deliberación, o sea, considerar atenta y detenidamente el pro y el contra de los motivos de una decisión, antes de adoptarla. La deliberación se aprende practicándola sin cesar y aporta calidad a la actividad enfermera.

La apretada síntesis de ética enfermera recién expuesta es necesario completarla con la disposición de hacer las cosas bien, o sea, con buenos hábitos adquiridos a base de repetir buenas acciones, con actitudes positivas hacia los valores de la profesión. Estamos hablando de las virtudes morales que los griegos llamaban aretai, excelencias. Son cualidades que capacitan para conseguir el bien interno de la práctica enfermera, el cuidado, y cuya carencia lo desfiguran o impiden lograrlo. Excelente es quien compite consigo mismo para ofrecer un buen producto profesional; quien no se conforma con la mediocridad de aspirar sólo a cumplir requisitos burocráticos o limitarse a eludir acusaciones legales de negligencia; quien va más allá del êthos burocrático, el mínimo legal, y se compromete con su êthos profesional basado en la responsabilidad por las personas de carne y hueso, cuyo bienestar da sentido a la práctica enfermera. Algunas de esas virtudes son:

  • Compasión por el sufrimiento de la persona cercana que depende de mí.
  • Sensibilidad para dejarse impactar por el sufrimiento de la persona a mi cargo.
  • Comunicación y reciprocidad o capacidad para dialogar y ponerse en el lugar del otro.
  • Apoyar la autonomía del enfermo y ayudarle a vivir con dignidad su dependencia.
  • Competencia técnica en el ejercicio de las habilidades específicas de la profesión.
  • Autoestima y cuidado de uno mismo para confiar en las propias capacidades y actitudes.

CONCLUSIÓN

Tener aptitudes técnicas, es muy importante, pero insuficiente. Las competencias técnicas sólo son valiosas respecto al fin que se busca alcanzar con ellas. Hay otras actividades, que hemos llamado “prácticas”, como la enfermería, que encierran en sí mismas un fin propio, un bien inherente a la misma práctica, que se expresa en el término genérico de cuidado y se concreta en los planes de cuidados del proceso de enfermería. La profesión enfermera exige sustituir el ser-para-sí por el ser-para-el otro y pasar del estar-con-el otro a estar-por-el otro, exige una autocomprensión basada en la ética.

¿Y para qué sirve la ética? Para aprender a degustar lo que es valioso por sí mismo, para estrechar las relaciones con todos aquellos que son dignos de compasión y de respeto, para recordar que necesitamos cuidarnos mutuamente, sobre todo a los diferentes, débiles y enfermos. Para eso hace falta no sólo poder, sino querer hacerlo y hacerlo bien. Hace falta la ética.

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Profesión y Ética enfermera

Profesión y Ética enfermera 150 150 Tino Quintana

En la sociedad actual las actividades laborales son muy numerosas y todas tienen importancia con independencia de su duración temporal y el tipo de servicios que ofrecen. Además, el espectro de servicios que prestan es muy diversificado en correspondencia con las necesidades sociales. Lo cierto es, sin embargo, que, desde muy antiguo, algunas de ellas se consideran más valiosas y más imprescindibles debido a que sus servicios tienen que ver con el mantenimiento de los mínimos necesarios para mantener una vida digna.

Precisamente es en este último sentido en el que, dentro de nuestra sociedad, ser profesional equivale a tener una cierta importancia, haber conseguido un reconocimiento y poseer una gran capacitación técnica. El error de este planteamiento lleva a considerar que sólo las profesiones son relevantes y otorgan un grado de mayor dignidad a quienes las ejercen. Hay que reconsiderar este enfoque y afirmar que todas las actividades laborales tienen importancia para la sociedad y confieren dignidad a las personas que las realizan. Hay que adoptar otra perspectiva.

1. SIGNIFICADO Y CARACTERÍSTICAS DE LAS PROFESIONES

1.1. Significado y sentido etimológico

La palabra “profesión” proviene del latín professio y significa manifestar, declarar, declaración pública, que el Diccionario de la Lengua Española relaciona con el ejercicio de una ciencia, un arte o un oficio, que se lleva a cabo con una inclinación voluntaria, continuada y perseverante. En realidad, el término latino deriva del verbo profiteor que aún es más claro en lo que necesitamos saber: además de lo dicho antes significa también profesar, ejercer, dedicarse a una tarea, así como ofrecer y prometer. Por eso los antiguos decían, por ejemplo, profiteri se medicum (profesar o ser reconocido públicamente como médico) o bien profiteri medicinam (enseñar medicina) de donde vino después el término de profesor.

Todo ello nos indica que el término “profesión” se aplica a aquellas “prácticas” cuya identidad se define por la realización de su propio “bien interno”, utilizando las palabras de A. MacIntyre que hemos visto al final del capítulo anterior. Son actividades que se desempeñan con un sentido de entrega y plena dedicación, conllevan un sentido moral y, por ello, un grado de compromiso basado en el principio de responsabilidad, o sea, una actividad en la que el profesional responde de lo que hace ante la sociedad. El sentido de la profesión también ha estado unido mucho tiempo al de “vocación”, un término actualmente menos utilizado pero que sigue conservando un profundo sentido de exigencia personal, es decir, quien siente y quiere ejercer cabalmente una profesión dedicará su vida, su inteligencia y su ilusión para hacerlo en el nivel más alto posible, y estará dispuesto a asumir las responsabilidades y obligaciones que lleva consigo.

1.2. Rasgos característicos de las profesiones

Vamos a intentar ordenar de manera sistemática sus características principales:

1ª.Es una práctica que ofrece un servicio a la sociedad de manera institucionalizada. Ese servicio se distingue por ser único, definido y esencial:

  • Es único porque sólo los profesionales tiene el derecho exclusivo de ejercer las tareas propias de esa profesión
  • Es definido porque los usuarios saben a qué atenerse sobre las funciones y competencias de un determinado grupo profesional.
  • Y es esencial porque se trata de un servicio indispensable para la sociedad.

2ª.A la profesión se la considera vocación en el sentido de que se piensa y se espera que el profesional se dedique a su profesión de por vida, se identifique con las pautas ideales que configuran su profesión, se sienta en sincera hermandad con sus colegas; y dedique incluso su tiempo libre a perfeccionar las habilidades y destrezas profesionales.

3ª.Todas las profesiones se basan en conocimientos y técnicas intelectuales para llevar a cabo los servicio que prestan. El énfasis en las técnicas intelectuales se debe a que la clave del éxito profesional consiste en saber definir el problema, buscar los datos importantes, formular y aplicar las soluciones posibles y más recomendables. La sociedad exige que el profesional piense y actúe de manera objetiva, inquisitiva y crítica.

4ª.El profesional tiene que someterse a un período de preparación especializada y formal, sin la que es imposibles poner en práctica la característica anterior, es decir, la capacitación en habilidades y destrezas tanto intelectuales como técnicas.

5ª. El profesional reclama un amplio campo de autonomía, tanto para él como para el cuerpo al que pertenece. Aquí se pone el acento en la independencia y la libertad en el ejercicio de la profesión, que consiste en desempeñar sus tareas con fidelidad a su propio juicio científico-técnico y a la experiencia acumulada al respecto.

6ª.La característica anterior se complementa con la responsabilidad personal sobre los juicios emitidos, los actos realizados y las técnicas empleadas. Las profesiones sanitarias tienen un elevado nivel de responsabilidad por cuanto tienen en sus manos la vida y la salud de los enfermos, así como conocimientos privilegiados que se adquieren respecto al ámbito científico-técnico y al de la vida personal de los enfermos.

7ª.Se pone mucho más énfasis en el servicio prestado que en las ganancias obtenidas, lo que tiene un doble sentido: por una parte, el verdadero profesional no puede sustraerse o separase de ciertas obligaciones y servicios independientemente de sus sentimientos e intereses personales; y, por otra parte, las ganancias no deben convertirse en el criterio para juzgar la valía y el éxito profesional.

No cabe duda de que las características profesionales son aplicables una por una a la medicina, por ejemplo, puesto que es una de las profesiones más antiguas de la humanidad, junto al sacerdocio y la judicatura. En cuanto a la enfermería, aunque esté muy próxima a la medicina por objetivos y métodos, es necesario preguntarse si le corresponden todos los rasgos que hemos apuntado o falta alguno de ellos, en cuyo caso podríamos decir que no se trata de una profesión en sentido estricto, sino en un grado inferior. Pero, incluso si así fuera, no carecería de valor nada de cuanto se ha dicho hasta ahora. No obstante, el Código Deontológico de la Enfermería Española le concede un tratamiento explícito de profesión.

2. LA ENFERMERÍA COMO ÉTICA PROFESIONAL

2.1. Conceptos básicos de ética y moral

1º) El término “moral

Procede del latín (mos, mores) y significa costumbre, carácter, género de vida, refiriéndose al sentido que cada uno da a su propia vida a través del comportamiento y los actos morales concretos. Se ocupa de qué debemos o de lo que debemos hacer: los contenidos de nuestros actos.

Las funciones de la moral son transmitir valores, principios y normas de actuación, así como los códigos normativos que identifican la moral de un determinado grupo o comunidad, por la convicción de que todo eso es un cauce idóneo para conseguir el bien, la justicia y la felicidad.

2º) El término “ética

Procede de dos vocablos griegos: éthos y êthos. La palabra éthos es la que ha quedado recogida en el término latino de moral antes expuesto. En cambio, la palabra êthos es el ámbito de la libertad y de la biografía personal, que se opone a páthos como experiencia, emoción, sentimiento…lo que padecemos. Significa también carácter y modo de ser estable ante la vida o la clase de persona que hemos elegido ser. Y, aún más originariamente, tiene que ver con el hogar, la morada, el lugar habitual donde vivimos, indicando dónde están las raíces de la propia personalidad moral.

La ética se ocupa, por tanto, del por qué debemos o por qué debemos hacer lo que debemos hacer. Más resumidamente, ¿por qué debemos hacer el bien? o, aún dicho de otro modo, ¿Cuáles han de ser las condiciones para saber actuar bien, para que nuestros actos sean buenos?.

Son funciones de la ética: 1ª) aclarar qué es la moral, 2ª) fundamentar la moral, y 3ª) aplicarla a la vida cotidiana. También tiene tres grados: el primero es reflexionar o dar razones acerca del por qué debemos hacer algo moralmente bueno, el segundo es de naturaleza descriptiva, o sea, consiste en describir los hechos morales, y el tercer grado es prescriptivo, o sea, dedicado a justificar lo principios y normas de actuación moral.

3º) Objeto de la moral y objeto de la ética

Es también importante distinguir entre el objeto de la moral y el objeto de la ética. El objeto de la moral se podría resumir así:

  1. Un quehacer o tarea en la que nos logramos o malogramos como personas.
  2. Estar entrenados para responder con altura humana a los retos de la vida
  3. Transmitir valores, principios, virtudes y códigos para llevar una vida buena.

El objeto central de la moral podría sintetizarse con estas palabras: “el ser humano es absolutamente valioso para el ser humano”.

Y, por su parte, el objeto de la ética es el siguiente:

  1. Objeto material: carácter (êthos), valores, principios, actitudes y actos humanos.
  2. Objeto formal: la bondad o maldad de las acciones humanas.
  3. Objeto unitario: la vida moral de la persona como unidad bio-psico-social.
  4. La vida moral sometida a la razón para fundamentar la argumentación moral.

Podemos sintetizarlo así: “La ética no dice lo que debemos hacer, sino las condiciones necesarias para saber hacerlo bien”.

4º) Ética de las profesiones y de las profesiones sanitarias

La ética de las profesiones, en general, se ocupa de explicar las razones que avalan y sostienen el por qué de los valores, principios y normas que definen a una determinada profesión para llevar una vida buena, es decir, al servicio de qué bienes (fines) está una profesión Con otras palabras: por qué y cómo una determinada profesión contribuye a vivir humanamente la vida humana o por qué debo hacer “tal” bien en mi profesión

Y, en cuanto a la ética de las profesiones sanitarias, en general, es la que se ocupa de argumentar razonadamente los fines de las actividades sanitarias: por qué y cómo hacer posible una vida sana y digna de ser vivida incluso en la enfermedad. Se dedica a indagar las condiciones y requisitos para que los actos sanitarios tengan siempre como objetivo tratar a los pacientes como personas confiadas a su curación y a sus cuidados. Con otras palabras, por qué y cómo las profesiones sanitarias contribuyen a vivir humanamente la vida, y la enfermedad, o, aún de otro modo, por qué sanar y/o cuidar es su razón de ser, su identidad..

5º) Algunos modelos de fundamentación de la ética

La fundamentación de la ética tiene mucho que ver, entre otras muchas cosas, con el proceso de toma de decisiones morales. A lo largo de la historia han sido muchos y muy diferentes los modos de hacerlo: éticas formales y éticas materiales; éticas racionales y éticas emotivistas; éticas de móviles y de fines; éticas sustancialistas y éticas procedimentalistas; éticas discursivas y éticas comunitaristas, etc. Pero hay dos de ellas que quizá siguen siendo los dos pilares básicos de la fundamentación: el deontológico y el teleológico.

  • El ámbito deontológico se corresponde con el deber y trata de justificar racionalmente la primacía del deber y por qué el deber es la razón de ser de lo correcto. Lo decisivo es actuar de tal modo que la conducta sea irreprochable (correcta) y lo que determina lo correcto es la obligatoriedad de las normas morales. Importa más actuar por deber, al margen de los ideales de perfección y felicidad que tenga cada cual. Importa más la “forma” de hacer las cosas, el “cómo, que los contenidos de la acción.
  • Este modelo de éticas establecen  cánones de actuación que se consideran irrenunciables para convivir en paz y, por eso, suelen ser correlativos con la ética de mínimos cuyo incumplimiento resulta no sólo inmoral, sino, en la mayoría de los casos, punible. En ese nivel de mínimos, por debajo del cual sólo está lo inhumano, se concede la primacía a la universalización y la imparcialidad. Es una ética de la justicia porque no atiende a la realización del ideal personal de vida buena, sino al marco dentro del que puede llevarse a cabo. Su punto central es el respeto a la pluralidad y la igualdad de exigencias para todos. Presentan normas como “actúa de tal modo que trates a los seres humanos con respeto”. Su mayor representante es I. Kant y, actualmente, G. Gadamer y su escuela.
  • El ámbito teleológico se corresponde con los fines de la vida (buena), así como con la orientación y el sentido de las acciones para conseguirlo. No trata de establecer sólo lo correcto, sino de ofrecer un modelo de vida buena y virtuosa, o sea, trata de mostrar lo que deben hacer los seres humanos para lograr su autorrealización, su plenitud, su mayor excelencia personal. Por lo tanto, lo decisivo es conocer los fines de la acción o, lo que es lo mismo, los bienes (morales) que debemos conseguir para alcanzar la felicidad (télos=fin=felicidad). Esto conlleva siempre el conocimiento y la ponderación de las consecuencias que se derivan de nuestros actos.
  • Suele ser correlativo con las éticas de máximos porque ofrecen ideales de vida buena cuya finalidad es lograr la mayor plenitud personal. Son, por tanto éticas de la bondad y de la virtud, que se ocupan no de la forma sino la “materia” de la acción, o sea, el contenido de los actos que nos permiten alcanzar la felicidad. Aquí se concede la primacía a lo particular e individual, así como al consejo y la invitación, o sea, estas éticas aconsejan e invitan a seguir su modelo de conducta, pero no pueden exigir que se siga, porque la felicidad es un tema de consejo e invitación, no de exigencia. Presentan normas como “actúa con empatía y compasión» ante una persona enferma, tanto con el fin de ayudarla como de sentir la satisfacción de una obra bien hecha. Representantes: Aristóteles y Tomás de Aquino.

2.2. La ética de la profesión enfermera

Hay algo en los seres humanos que nos distingue y nos cualifica como humanos: es el sentimiento y la capacidad de emocionar-se, de volverse sobre sí mismo, de afectar-se o, dicho con otras palabras, la capacidad de cuidar-se y de cuidar de aquello que no soy yo. Sólo los seres humanos podemos sentirnos afectados por un amigo frustrado, poner nuestra mano en su hombro, mirarle a los ojos, escucharle, ofrecerle consuelo, esperanza o el propio silencio. (Véase nuestra «Ética del cuidado»).

Sólo los seres humanos somos capaces de construir un mundo de lazos afectivos, que transforman a las personas en portadoras de valores, y eso hasta el punto de preocupar-nos por esas personas y de dedicarles tiempo para ocupar-nos de ellas. La categoría de cuidado revela la estatura moral y verifica el tipo de ser humano que es cada uno. 

Todo eso pone de relieve que, junto al “logos”, o sea, la razón y sus estructuras de comprensión y de justificación argumentativa, características de lo humano defendidas por el pensamiento occidental, junto a todo eso, también está el “pathos”, el sentimiento, la capacidad de simpatía y de empatía, la dedicación y el cuidado del diferente… del que no soy yo… del otro… y de lo otro que me rodea. Ese movimiento hacia fuera de nosotros mismos comienza con el sentimiento, que nos hace sensibles a lo que está a nuestra mano o en nuestras manos… el que nos une a las cosas y nos envuelve con las personas… el que suscita en nosotros encantamiento ante la grandeza del universo, veneración ante la complejidad de la madre-tierra y ternura ante la fragilidad de un recién nacido. Ese sentimiento que transforma a las personas, las situaciones y las cosas en importantes para nosotros, ese sentimiento profundo se llama cuidado, es decir, la  «solicitud y atención para hacer bien algo a alguien»(Diccionario de Lengua Española de la Real Academia) 

Viene a cuento recordar la novela de El Pequeño Príncipe, de A. de Saint Exupéry, cuando decía que «las cosas esenciales e invisibles a los ojos se ven correctamente con el corazón -con el sentimiento-», remedando quizá las famosas sentencias de Pascal (Pensamientos): «conocemos la verdad no solamente por la razón, sino también por el corazón…el corazón tiene razones que la razón no conoce»

Desde esa perspectiva, el cuidado fue lo primero que moldeó al ser humano. Es un a priori ontológico que se encuentra antes y está en el origen del propio ser humano, que brota ininterrumpidamente como energía originante del ser humano. Así es como empezó la dedicación, la ternura, el sentimiento y la vida del corazón, junto a sus correspondientes responsabilidades y preocupaciones, como principios constituyentes del ser humano. Sin esas dimensiones, el ser humano jamás sería humano.

Dicho con otras palabras, la base de la esencia humana no se encuentra sólo en la inteligencia, en la libertad o en la creatividad, sino en el cuidado. El cuidado es, en realidad, el soporte o la base de la creatividad, de la libertad y de la inteligencia. En el cuidado se encuentra el êthos fundamental de lo humano, es decir, identificamos los principios, los valores y las actitudes que transforman la vida en un vivir bueno y convierten las acciones en acogida, hospitalidad y cuidado por el Otro-vulnerable que llama pidiendo ayuda (Ver «Ética del cuidado»)

No nos cabe la menor duda de que la tarea de cuidar y de cuidar bien a las personas enfermas es la razón de ser o la clave de bóveda de la práctica enfermera. Por consiguiente, el “arte de cuidar” es el bien interno de la profesión enfermera, es lo que la define, le confiere sentido, justifica su existencia y su valor. En consecuencia, la ética no es un añadido periférico a la enfermería, sino algo intrínseco a ella misma como connatural a su propia práctica, una práctica donde adquiere una particular condensación la ética de lo humano como cuidado, solicitud y atención en favor del bien de la persona enferma en su integridad.

Hasta aquí la ética de la enfermería, es decir, el por qué de lo que se debe hacer. La práctica enfermera es ética porque el cuidado es su bien inherente o interno, lo que la define y le confiere sentido e identidad. El acto de cuidar es el quid de la ética de lo humano. Y, además, es una práctica moral porque ese bien interno que la define tiene como finalidad exclusiva hacer el bien y procurar el bienestar de la persona enferma entendida como unidad bio-psico-social.

Más información en «Ética enfermera básica»

Ahora es necesario saber algo más acerca de lo que se debe hacer en concreto, o sea, el contenido de las acciones morales que han quedado recogidas en los códigos deontológicos de la enfermería, además del proyecto moral que distingue la vida de cada persona. .

2.3. Rasgos morales de la profesión enfermera

Hay numerosas propuestas morales para la enfermería. Cada una de ellas está condicionada por la definición del bien interno de la enfermería y por el modo concreto de entender su actividad. Así todo, es posible encontrar acuerdos bastante generalizados sobre algunos aspectos distintivos: 1) la necesidad de poseer y cultivar una cierta sensibilidad ante el ser humano vulnerable y, en este caso, enfermo; 2) la exigencia de adquirir un compromiso explícito sobre la calidad del cuidado; y 3) tener la disposición de aceptar la responsabilidad como principio cardinal de toda la práctica enfermera.

Una buena propuesta es la de Lydia Feito (procedente de un artículo de A. Cortina), que establece las siguientes actitudes morales para que una enfermera/o alcance su madurez profesional mediante la práctica del cuidado:

  • Compasión por el sufrimiento de la persona cercana que depende de mí.
  • Sensibilidad para dejarse impactar por el sufrimiento de la persona que tengo a mi cargo y sentirse responsable de ella.
  • Responsabilidad como capacidad de responder de lo que hago, y de sus consecuencias, ante la persona que me ha sido encomendada.
  • Capacidad de comunicación, cercanía, compasión y confidencialidad.
  • Capacidad para ayudar a los pacientes a que sean dueños de sí mismos y no se encuentren siempre en situación de dependencia.
  • Competencia técnica y excelencia en el ejercicio de las habilidades y destrezas específicas de la profesión.
  • Autoestima y cuidado de sí mismo para mantener en pie la confianza en las propias capacidades y actitudes.

Este conjunto de virtudes constituyen el marco dentro del que adquiere sentido moral la enfermería como actividad profesional. A ello deberíamos añadir lo expuesto en el capítulo primero acerca del cuidado como bien interno de la enfermería. Y otra manera de buscar los rasgos morales característicos es la consulta de sus Códigos Deontológicos.

3. CÓDIGOS DEONTOLÓGICOS DE LA ENFERMERÍA

3.1. Código Deontológico de la Enfermería Española

El Código Deontológico ha sido aprobado en 1989 por el Consejo General de la Organización Colegial de Enfermería Española. Está compuesto por un Prólogo y 13 capítulos. El prólogo es el marco conceptual del Código:

1º) Definición del ser humano como unidad de alma y cuerpo, que es, a su vez, un ser eminentemente social, inmerso en un medio que le influye de manera positiva o negativa dependiendo de múltiples factores, y estableciéndose una relación entre él y su entorno que determina su grado de bienestar. Por eso resulta fundamental contemplarlo desde un punto de vista integral, como ser bio-psico-social que interactúa con su entorno y forma parte de un grupo o comunidad.

2º) Definición de salud como un proceso de crecimiento y desarrollo humano que no siempre sucede sin dificultad y que incluye la totalidad del ser humano. La salud se relaciona con el estilo de vida de cada persona y su forma de afrontar ese proceso en el seno de los patrones culturales y comunitarios donde vive.

3º) Reconocimiento de la profesión enfermera como un servicio encaminado a satisfacer las necesidades de salud de las personas y que, por ello, es necesario poner de relieve: a) la adquisición de un compromiso profesional responsable, b) la participación activa en la sociedad, c) la aplicación de los principios de ética profesional, y d) la adopción de un respeto por los derechos humanos.

4º) Una clara idea de que el papel de la profesión enfermera se desarrolla teniendo en cuenta su responsabilidad en las siguientes áreas: a) prevención de las enfermedades, b) mantenimiento de a salud, c) atención, rehabilitación e integración social del enfermo, d) educación para la salud, y f) formación e investigación en enfermería.

5º) Y una definición de Código Deontológico como instrumento para aplicar las reglas generales de la ética al trabajo profesional y para incorporar los valores éticos de la salud, la vida, la libertad y dignidad de las personas al trabajo profesional de cada día. El Código es necesario para el desempeño de la profesión enfermera, no sólo para utilizarlo en situaciones extremas.

Y, seguidamente, el código ético de enfermería recoge los siguientes capítulos: 1) ámbito de aplicación, 2) la enfermería y el ser humano: deberes de los profesionales, 3) derechos de los enfermos y los profesionales, 4) enfermería y sociedad, 5) promoción de la salud y bienestar social, 6) enfermería y personas con discapacidad, 7) derechos de los niños enfermos, 8) la dignidad de las personas ancianas, 9) el derecho de la persona enferma a ser trata y respetada como ser humano, 10) normas comunes al ejercicio de la profesión, 11) educación e investigación, 12) condiciones de trabajo, y 13) participación de la enfermería en la planificación sanitaria.

A todo ello es necesario añadir que los códigos deontológicos recogen los rasgos morales de la profesión, pero no abarcan todos los aspectos y problemas éticos que plantea la actividad enfermera diaria. Estos códigos recogen los deberes mínimos que definen la moral del grupo profesional, el bien interno que la define, pero, más allá e incluso por encima de esos mínimos, está la responsabilidad de cada profesional y el nivel de excelencia al que cada cual aspire.

3.2. Código Internacional para la Profesión de Enfermería

El Consejo Internacional de Enfermeras (CIE) adoptó por primera vez un Código en 1953. Después se ha revisado y reafirmado en diversas ocasiones. La más reciente del Código Internacional la reproducimos a continuación.

 

Preámbulo

En la profesión enfermera hay cuatro deberes fundamentales: promover la salud, prevenir la enfermedad, restaurar la salud y aliviar el sufrimiento. La necesidad de la enfermería es universal.

Son inherentes a la enfermería el respeto de los derechos humanos.

No se hará distinción alguna fundada en consideraciones de edad, color, credo, cultura, discapacidad o enfermedad, género, nacionalidad, opiniones políticas, raza o condición social.

La enfermería presta servicios de salud a la persona, la familia y la comunidad y coordina sus servicios con otros grupos relacionados.

El Código del CIE

Este Código tiene cuatro elementos principales.

1. La enfermería y las personas

La responsabilidad profesional primordial será para con las personas que necesiten cuidados de enfermería.

Al dispensar los cuidados, los/as profesionales promoverán un entorno en el que se respeten los derechos humanos, los valores, las costumbres y creencias espirituales de la persona, la familia y la comunidad.

La/el profesional de enfermería se cerciorará de que la persona, la familia o la comunidad reciben información suficiente para fundamentar el consentimiento que den a los cuidados y a los tratamientos relacionados.

Mantendrá confidencial toda información personal y utilizará la discreción al compartirla.

Compartirá con la sociedad la responsabilidad de iniciar y mantener toda acción encaminada a satisfacer las necesidades de salud y sociales del público, en particular las de las poblaciones vulnerables.

Los/as profesionales de enfermería compartirán también la responsabilidad de mantener el medioambiente natural y protegerlo contra el empobrecimiento, la contaminación, la degradación y la destrucción.

2. La enfermería y la práctica

El/la profesional de enfermería será personalmente responsable y rendirá cuentas de la práctica de enfermería y del mantenimiento de su competencia mediante la formación continua.

Mantendrá un nivel de salud personal que no comprometa su capacidad para dispensar cuidados.

Juzgará la competencia de las personas al aceptar y delegar responsabilidad.

Observará en todo momento normas de conducta personal que acrediten a la profesión y fomenten la confianza del público.

Al dispensar los cuidados, los/as enfermeras/os se cerciorarán de que el empleo de la tecnología y los avances científicos son compatibles con la seguridad, la dignidad y los derechos de las personas.

3. La enfermera y la profesión

Al profesional de enfermería incumbirá la función principal al establecer y aplicar normas aceptables de práctica clínica, gestión, investigación y formación de enfermería.

Contribuirá activamente al desarrollo de un núcleo de conocimientos profesionales basados en la investigación.

Participará en la creación y mantenimiento de condiciones de trabajo social y económicamente equitativas en la enfermería a través de su respectiva organización profesional.

4. Las/os enfermeras/os y sus compañeros de trabajo

Mantendrán una relación de cooperación con las personas con las que trabaje en la enfermería y en otros sectores.

Adoptarán las medidas adecuadas para preservar a las personas cuando un compañero u otra persona pongan en peligro los cuidados que ellas reciben.

 

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El «Arte de cuidar»: Enfermería

El «Arte de cuidar»: Enfermería 150 150 Tino Quintana

Lo que aquí interesa es saber si la enfermería tiene una razón de ser propia, un bien interno que caracteriza toda la gama de sus actividades o, dicho con otras palabras, interesa preguntar y responder acerca de la identidad de la enfermería. Para ello, hemos de acudir a los presupuestos antropológicos que pueden justificar dicha actividad.

El modelo antropológico subyacente es la experiencia de alteridad, es decir, la vivencia del otro (alter), no como intruso, ni enemigo, ni competidor y ni siquiera cliente, sino, como “interlocutor” y otro “yo” que, desde su vulnerabilidad, acude solicitando ayuda. En las páginas que siguen será de gran influencia el pensamiento de Emmanuel Lévinas.

Las características del cuidado se concentran en el tacto y el contacto, saber escuchar, saber mirar y sentido del humor. Por su parte, lo esencial del cuidado se resume en dejar que el otro sea él mismo lo que está llamado a ser, imitando de algún modo a Guerasim en La muerte de Ivan Illych.

El artículo completo de esta entrada ùede verse en Espiritualidad en Cuidados Paliativos

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Ética del cuidado

Ética del cuidado 150 150 Tino Quintana

Los seres humanos vivimos en una continua relación de cuidados, proporcionamos cuidados y precisamos cuidados a lo largo de la vida. El cuidado es un aspecto esencial para el mantener, sostener y reproducir la vida. Las prácticas de cuidado surgen asociadas a la preocupación y el interés por el bienestar de los otros y de uno mismo, a la vez que se difunden de manera progresiva en instituciones específicas y de reconocido prestigio público.

Es certera la definición de cuidado en el Diccionario de la Real Academia: «solicitud y atención para hacer bien algo a alguien». Tal solicitud y atención están enraizadas en algo que distingue a los seres humanos: el sentimiento, la capacidad de emocionar-se, de volverse sobre sí mismo, de afectar-se o, dicho con otras palabras, la capacidad de cuidar-se y de cuidar de aquello que no soy yo y de aquellos con cuya presencia se construye la identidad del propio yo. El cuidado hunde sus raíces en la ética porque esta surge cuando aparece el otro y, en particular, cuando es vulnerable, débil, incapaz y pobre.

Para mayor información, véase Busquets Surribas, M. “Descubriendo la importancia ética del cuidado”. Folia Humanística, 2019 (12):20-39; AA.VV. Ética del cuidado. Carol Gilligan. Cuadernos de la Fundación Victor Grifols i Lucas, Nº 30. 2013

Para ver el artículo completo de esta entrada del blog: Ética del cuidado.18.03.2012

 

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Tino R. Quintana

Profesor de Ética, Filosofía y Bioética (Jubilado)
Oviedo, Asturias, España

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