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Como arqueros

Como arqueros

Como arqueros 150 150 Tino Quintana

En las primeras líneas de su Ética a Nicómaco, describe Aristóteles a los seres humanos como arqueros que tienen un blanco. El fin de la vida humana no consiste sólo en buscar lo bueno sino lo mejor, es decir, lo óptimo. Decir que la ética trata de lo bueno es, en el fondo, una simplificación. Nadie puede conformarse con menos de lo óptimo.

Hay muchas flechas ─quizá la mayoría─ que no dan en la diana y hay muchas otras que suelen salirse de su objetivo y perderse en el vacío. Pero apuntamos a la diana, al blanco.

Cuestión diferente es pasar «de la difinición a lo difinido», como decía Guzmán de Alfarache. Ni en los modos ni en los medios ni en los por qué nos pondríamos de acuerdo acerca del “blanco”. Al fin y al cabo, la tarea del arquero se parece a la pregunta que se hacía Ausonio: «¿Qué camino tomaré en la vida? (¿Quod vitae sectabor iter?)». La vida no se nos da hecha. Hay que hacerla. Lo habitual es seguir la línea de la flecha.

Las flechas somos nosotros mismos, enteros. Nada de lo que es cada uno queda fuera o al margen de ese disparo al blanco. Todo nuestro “yo” está lanzado en una dirección.

«¿Qué arco habrá arrojado esta saeta
que soy? ¿Qué cumbre puede ser la meta?».
(José Luis Borges)

Yo, quizá como la mayoría, he disparado mal, he perdido flechas y me ha costado media vida aproximarme a la diana. Recuerdo a menudo los versos de Dante:

«A mitad del camino de la vida
me encontré yo en una selva oscura
con la senda derecha ya perdida»
(La divina comedia).

Quizá por eso me impactaron siempre las palabras de Marguerite Duras: «Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde» (El amante).

A estas alturas creo haber encontrado paz interior y perspectivas, pero ¡ay! he sentido con frecuencia un dolor lacerante leyendo y releyendo estos versos de Dámaso Alonso:

«Dime, di que me buscas.
Tengo miedo de ser náufrago solitario,
miedo de que me ignores
como al náufrago ignoran los vientos que le baten,
las nebulosas últimas, que, sin ver, le contemplan».

Por eso sigue siendo universal el mensaje de estas palabras: «Busca el arquero un blanco para su flecha, ¿y no lo buscaremos para nuestras vidas?» (José Ortega y Gasset).

Tino R. Quintana

Profesor de Ética, Filosofía y Bioética (Jubilado)
Oviedo, Asturias, España

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