El pasado día 22 de octubre de 2021 tuvo lugar una nueva edición de los Premios Princesa de Asturias. Es probable que el denominador común de los mismos haya sido el compromiso con las artes y las ciencias, con las letras, los deportes, las humanidades y la concordia.
Hay muchos tipos de compromiso, tantos como ámbitos de la vida, pero todos ellos tienen en común que son actos, más que palabras; son colectivos, más que individuales; y son obligaciones o deberes, más que deseos, en orden a conseguir una meta o realizar un proyecto. En ese sentido, traemos aquí algunos extractos de los discursos pronunciados por algunos premiados en el teatro Campoamor de Oviedo durante la entrega de los Premios 2021.
Nos han demostrado, una vez más, que sigue habiendo gente, mucha gente, comprometida en buscar y hacer el bien a los demás. Es una terca evidencia de lo más positivo del ser humano.
EL COMPROMISO CON LA IGUALDAD Y LOS DERECHOS DE LAS MUJERES
Gloria Steinem. Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2021
«… Es la primera vez que recibo un premio en honor a una mujer.
Cuando me piden que me defina a mí mismo, digo que soy escritora y organizadora…
Durante el último año y pico de esta pandemia global, ustedes y yo desde lugares distantes del mundo, nos hemos sentido muy conectados, aunque solo fuera por razones espantosas…
No existen los inmigrantes, todos somos pasajeros en esta nave espacial terrestre, con la esperanza de salvar nuestros futuros y nuestros bosques, que son nuestro futuro.
En conjunto, las fronteras nacionales comenzaron a parecer mucho más artificiales, y la posibilidad de quedarse en casa también llegó a parecer mucho más valiosa y salvadora que la posibilidad de viajar… (…)
En mi país, más hombres confinados en su casa empezaron a conocer a sus propios hijos –lo cual fue algo bueno– y a descubrir lo que implicaba el cuidado de los niños a tiempo completo. Asimismo, pudieron comprobar lo cotidiano y orgánico que es el proceso educativo. En muchas ocasiones esto liberó a las personas de las ataduras de los roles de género, que en realidad son bastante nuevos en la historia de la humanidad. En nuestros orígenes como especie migratoria, todos tenían que ocuparse y cuidar de los niños. El patriarcado creció cuando nos volvimos sedentarios. Por otro lado, la violencia doméstica contra las mujeres aumentó durante el confinamiento y fue una trágica lección.
Espero que en nuestros países dediquemos tiempo a analizar estas ingentes y profundas lecciones y a pensar en lo que ha cambiado, lo que queremos mantener y lo que queremos renunciar.
Por ejemplo, en mi país, se hicieron más visibles los cambios tras la pandemia. El racismo que ha estado presente en América del Norte desde que los invasores europeos se impusieron a las poblaciones indígenas… ese racismo ha alcanzado un punto de inflexión tanto en lo negativo como en lo positivo. La tercera parte del país que valora lo blanco, y que votó a Donald Trump –quizás el presidente menos cualificado y que más ha dividido el país en la historia de Estados Unidos– llevó al terreno político lo que durante mucho tiempo había pertenecido al ámbito privado… (…)
Este último año, he pensado a menudo en la profecía de los indígenas de la nación cheroqui… La profecía era la siguiente:
La tierra, que es un ser vivo, sentirá que sus bosques productores de oxígeno están siendo destruidos, sus océanos y su atmósfera se están volviendo demasiado cálidos y privados de oxígeno por la quema de combustibles fósiles, y sus gentes también están divididas por el accidente que supone nacer con más o menos melanina en su piel. Y así, esta tierra viva, tal como es dentro del espacio, simplemente nos desechará y empezará de nuevo. He de decir que esto me reconfortaba algo.
… he visto cómo mi ciudad de Nueva York volvía a las calles, y se manifestaban de nuevo miles de mujeres… haciendo coincidir estas marchas con otras en la mayoría de las principales ciudades del mundo, vuelvo a sentir esperanza… una emoción muy rebelde.
También observo que hay más risas, y la risa es la única emoción libre, la única que no se puede imponer… la risa es una prueba de libertad…
He aprendido a hacer lo mismo respecto a figuras autoritarias, como Hitler y Stalin, que parecían temer mucho que se riesen de ellos y castigaban a quienes lo hicieran. De hecho, uno de los primeros actos oficiales de Hitler después de ser elegido –porque ¡fue elegido!– fue cerrar a cal y canto tanto las clínicas de planificación familiar como los clubes de comedia donde la gente reía en libertad. Lo que más temía era que se riesen de él. Y, dicho sea de paso, Donald Trump también.
Al dar valor a libertades como la risa espontánea, preservamos la libertad para siempre. Estoy muy agradecida al símbolo de libertad que ofrece este país, que ofrece cada uno de ustedes. Es un gran honor formar parte de ello.» [Traducido por Paul Barnes].
EL COMPROMISO CON LAS LETRAS Y LA LITERATURA
Emmanuel Carrère. Premio Princesa de Asturias de las Letras 2021
«… Escribí este pequeño discurso creyendo haber, como se dice, “cubierto el expediente”, y lo envié a la Fundación Princesa de Asturias para que fuera traducido a tiempo para la ceremonia. Unos días más tarde recibí un email de la Fundación que era una obra maestra de delicadeza. Me decían que mi pequeño discurso era maravilloso, absolutamente maravilloso, y mi lista de agradecimientos totalmente justificada, totalmente en consonancia con una circunstancia semejante, pero que precisamente en esta circunstancia, cómo decirlo, cabía haber esperado de mí un poquito más, algo -cito en inglés- más “inspirational”. No sé cuál sería la traducción exacta de este adjetivo: un poco más inspirador, un poco más inspirado, un poco las dos cosas… creyendo haber hecho lo apropiado…, yo había escrito un discurso convenido y hasta convencional, un reproche que sinceramente no me han hecho a menudo.
… No he necesitado buscar muy lejos porque en este momento me ocupo de algo extrema e incluso trágicamente inspirador de lo que me gustaría decirles unas palabras.
El pasado 8 de septiembre se inició en París el juicio por los atentados cometidos, también en París, el 13 de noviembre de 2015, en las terrazas y en la sala de conciertos del teatro Bataclan. Estos atentados causaron 131 muertos… los más letales perpetrados nunca en suelo francés. Los asesinos fueron abatidos o ellos mismos se explosionaron. Los catorce canallas que se encuentran en el banquillo de los acusados son lo que en francés llamamos seconds couteaux, comparsas, protagonistas secundarios… Decidí seguir íntegramente este juicio. De principio a fin, todos los días. No todos los días, por supuesto, ocurre algo interesante, pero no es posible saberlo de antemano…
Todos los que han seguido un gran juicio saben que es una de las experiencias más adictivas que existen. La ambición de este juicio es desmesurada: aspira a desplegar desde todos los ángulos, desde el punto de vista de todos los actores, remontándose lo más lejos posible en la genealogía de los acontecimientos… Día tras día chapoteamos en la sangre, las heridas físicas y morales, las muertes atroces y las vidas truncadas. Es un baño de horror en el que a veces nos preguntamos por qué nos lo infligimos.
Nos lo infligimos porque no es únicamente un baño de horror. Porque esos testimonios que se suceden semana tras semana, a razón de una quincena al día, son muchas veces extraordinarios ejemplos de humanidad. Esos supervivientes heridos en su cuerpo y en su alma se mantienen de pie. Nos hablan desde muy lejos, desde lugares de la experiencia humana que la mayoría de nosotros no conocemos. “El hombre”, escribía Léon Bloy, “alberga en su pobre corazón recintos que todavía no existen, pero en los que el dolor penetra para que existan”. Este juicio sirve asimismo para esto: para explorar colectivamente estos recintos de nuestro corazón.
A lo largo de estos testimonios descubrimos otra cosa sorprendente. Las historias de naufragios, de catástrofes, del sálvese quien pueda generalizado, suelen revelar lo peor del ser humano. La cobardía, el cada cual a lo suyo, el canibalismo. Aquí, nada de eso. No podemos imaginar que se haya creado una ficción colectiva de nobleza y de grandeza de espíritu y, sin embargo, prácticamente sólo se nos han descrito ejemplos de ayuda mutua, de solidaridad, gestos a menudo heroicos. Muchos se reprochan haber pisoteado a otros mientras trataban de huir; ninguno de los pisoteados se lo reprocha a otros. Todos procuraron proteger al hombre o a la mujer amada, pero algunos hicieron algo más: arriesgar la vida para proteger a desconocidos. Es un misterio que por momentos convierte lo que es abominable en una infinita exaltación.
Voy a terminar con dos citas este discurso que ahora se ha vuelto demasiado largo. La primera es de Simone Weil:
“El mal imaginario es romántico, novelesco, variado; el mal real es monótono, desértico, aburrido. El bien imaginario es aburrido; el bien real es siempre nuevo, maravilloso, embriagador. Por tanto, la “literatura de imaginación” o es aburrida o es inmoral, o una mezcla de ambas cosas. Sólo escapa a esta alternativa cuando pasa de algún modo, a fuerza de arte, al lado de la realidad, lo cual sólo el genio puede hacer.”
La segunda es de una superviviente del Bataclan:
“Unos días después del atentado murió mi padre, y justo antes de morir me dijo: “Tú y yo consolamos a los demás de las desgracias que nos suceden”. Yo habría preferido no tener que consolaros”.» [Traducido por Jaime Zulaika]
EL COMPROMISO CON LOS DEPORTES Y LA IGUALDAD DE LOS SERES HUMANOS
Teresa Perales. Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2021
«… ¡Quien me iba a decir en 1995 cuando oí las palabras “no vas a volver a andar” que el camino que iba a recorrer con mi silla me iba a llevar hasta aquí!
Desde luego, nunca me lo iba a decir la vecina del barrio que, cuando por fin me decidí a superar mis miedos y vergüenzas, a asumir lo que me pasaba y salir a la calle, nos paró a mi madre y a mi. Probablemente con la mejor intención del mundo se volvió a mi madre y, como si yo no existiera, le dijo: “Pobrecita niña ¿qué le ha pasado?”. En un segundo y una mirada, había dejado de ser la niña del tercero para ser la “pobrecita hija de Sebi.
Desde luego, esa vecina no me lo iba a decir. Para ella, mi vida se había acabado antes de empezar. Para nosotras, la vida simplemente continuaba por un camino distinto al previsto. Mi madre Sebi, siempre tuvo la certeza de que tenía un sitio al que llegar, que no me iba a quedar siempre bajo la protección que me daban sus alas. Siempre ha estado a mi lado.
– “Mamá, quiero bañarme en la piscina”. Y a ella le faltaba tiempo para ir a comprar un chaleco salvavidas y, literalmente, tirarnos a la piscina.
¡Quién iba a decirme entonces que seguiría nadando 24 años después y que iba a ganar 27 medallas paralímpicas! Seguro que ni siquiera mi entrenador, cuando me dijo que era un diamante en bruto por pulir, pudo imaginarlo. Nunca supe si mi madre lo dudó o si lo imaginaba siquiera porque ella jamás me dijo: “no puedes, no debes, no sigas, no lo lograrás”.
– “Mamá, voy a ser diputada” y ella: “si es lo quieres, hazlo”.
– “Mamá, voy a escribir un libro” y ella “si te hace feliz, adelante”.
Y así con todos los proyectos de estos años, incluso los más locos para hacer con una silla pegada al culo. Por ejemplo:
– “Mamá, voy a ir desierto saharaui a llevarles latas de sardinas en un 4×4”. Y ella: “vamos a inventar algo para que puedas ir al baño en las dunas”.
¡Quien nos iba a decir también lo que ha cambiado la sociedad! Y en el caso de la discapacidad, para bien. La mirada de la vecina probablemente ya no sea la misma o, mejor dicho, no es la mirada de tantas vecinas. Hay más portales accesibles, menos comercios con escaleras en la puerta, incluso una ley de la dependencia. Hay que seguir mejorando, sin duda, y está claro que seguimos sin ser una sociedad ideal pero ahora al menos lo sabemos y somos muchos, aunque no todos, los que nos esforzamos en mejorarla y hacerla avanzar hacia la igualdad de todas las personas.
Por eso, quiero aprovechar este altavoz, para decir a los niños y a los no tan niños que no hay que esperar a que alguien nos diga lo que va a pasar o lo que debemos hacer.
Hay que pensarlo o soñarlo. Decidir tú lo que quieres e ir a por ello. Con decisión. Sin dejar que los obstáculos te impidan, al menos, intentarlo. Y en el camino, rodearnos de gente, de amigos, de personas que nos digan siempre como mi madre “aquí estoy para ayudarte”. Así, aunque el destino sea distinto al imaginado, el viaje habrá merecido la pena.
Muchas gracias.»
EL COMPROMISO CON LA SOLIDARIDAD, LA COOPERACIÓN Y LA CONCORDIA
José Andrés y la ONG World Central Kitchen. Premio Princesa de Asturias de la concordia 2021
«… La Humanidad, las personas sin voz y sin rostro, esas personas que parecen sombras en la niebla necesitan a personas que las cuiden. Necesitan a personas que las traten como personas. Esas personas no quieren nuestra limosna, quieren nuestro respeto y su dignidad. Y ese es el poder que tiene un plato de comida.
Mi periplo con World Central Kitchen no comenzó en Haití. Comenzó aquí, en Asturias.
Mis padres eran enfermeros. Y como muchos de los héroes que han salvado vidas durante esta pandemia, vi como sobrepasaban los límites del deber para cuidar a los demás. Al hacerme mayor entendí finalmente que otras profesiones tal vez podían hacer lo mismo; entendí que cocineros como yo damos de comer a los pocos, but we also have the power to feed the many.
Cuando abrí mi primer restaurante en Washington hace casi 30 años, conocí a alguien que tenía esa misma sensibilidad, Robert Egger. Trabajaba en el sótano de un albergue para indigentes de la ciudad. Robert sabía que desperdiciar comida estaba mal, pero lo que realmente estaba mal era desperdiciar la vida de las personas. Reciclaba los excedentes de comida de la ciudad y, en el proceso, formaba a esas personas sin hogar para que ayudasen a dar de comer a miles de otros indigentes a lo largo y ancho de Washington D.C. Trabajando allí como voluntario, me di cuenta de que la gente no quiere nuestra limosna, sino nuestro respeto.
Robert me dijo algo que recuerdo a diario: Con demasiada frecuencia, parece que la caridad es cuestión de redención para el que la hace, y no de liberación para el que la recibe.
Lo que aprendí en Washington y Haití se puso a prueba cuando esa catástrofe que fue el huracán María cruzó lentamente Puerto Rico en 2017. (…) Desde entonces, hemos actuado en huracanes, tsunamis, incendios forestales, terremotos, volcanes y la pandemia, proporcionando más de 60 millones de comidas. Plato tras plato, se pueden encontrar soluciones muy simples a grandes problemas.
Esta es la forma de pensar de muchos inmigrantes. Estoy orgulloso de ser asturiano, catalán, español y estadounidense. Salí de Asturias cuando era niño y crecí en Cataluña antes de mudarme a los Estados Unidos. Me siento como un inmigrante del mundo.
Los inmigrantes construimos puentes porque tenemos que hacerlo. Entendemos que el mundo necesita mesas más largas, en las que la comida pueda servir para unirnos, y no muros más altos que nos mantengan separados.
Hoy, los desafíos a los que nos enfrentamos no son insignificantes: hambre en nuestras propias comunidades, un clima en proceso de cambio que lleva a desastres mayores, un número creciente de refugiados y una pandemia global que ha hundido las economías.
Pero realmente creo que el mundo tiene ante sí un camino mejor si llegamos a comprender –y a hacer nuestro– el poder de la comida.
Debemos salvar el medio ambiente y acabar con el hambre si dejamos de desperdiciar el 40% de los alimentos que producimos.
Debemos mejorar la salud y ahorrar dinero si a diario proporcionamos a nuestros niños y personas mayores comidas nutritivas y sanas.
Podemos llevar estabilidad y paz a distintas partes del mundo, pero solo si primero nos aseguramos de que las familias tienen alimento en la mesa.
En 1826, el gran pensador y escritor Brillat-Savarin escribió que el futuro de las naciones dependerá de cómo estas se alimenten.
Tenía razón. Nuestro futuro depende de que el mundo se alimente mejor.
Un mundo en el que la comida sea la solución, no el problema. (…)
Hay demasiada hambre a nuestro alrededor y mucho trabajo por hacer. Incluso mientras estamos hoy aquí, mi corazón está con la gente de La Palma que no debe ser olvidada en este momento.
Alimentemos al mundo de esperanza. Construyamos mesas más largas.»