• Ha llegado usted al paraíso: Asturias (España)

Faetón

Faetón

Faetón 150 150 Tino Quintana

Faetón era un joven dios, bastante pijo, acostumbrado a tener cuanto quería. En una de sus juergas olímpicas, sus colegas empezaron a vacilarle sobre su condición divina diciéndole que su padre, Helios —el Sol— no era en realidad su padre. Y él, avergonzado, le pidió que le dejara conducir el carro del sol para fardar ante la corte celestial.

Helios comenzó a sudar en frío y a ponérsele la corona del revés, porque no veía a su adorable hijo preparado para tal cosa, pero tal fue la paliza que le dio que se lo terminó concediendo, mientras los de la parranda gritaban: «¡ahora sí, ahora sí!». Y bajaron todos a la tierra a manifestarse por los derechos divinos.

El chaval despegó a toda pastilla y pronto los caballos entraron en pánico: subía tan alto que se helaba la tierra o descendía tanto que provocaba incendios y sequías. Total, que Helios, harto de tanta tontería, le lanzó un rayo con tan mala suerte que el divino hijo se cayó a un río y se ahogó. Tal fue el disgusto, que sus amigos se transformaron en cisnes y sus hermanas en lágrimas de ámbar. ¡No iba a ser todo contaminación!

El mito griego demuestra, entre otras cosas, que no se deben tomar decisiones apresuradas, ni, menos aún, ceder ante cualquier capricho. La gestión de las emociones y los asuntos serios no pueden dejarse en manos inexpertas o en personas engreídas.

Y, dada la costumbre de señalar con el dedo al Faetón de turno, conviene mirar antes cada uno para sí mismo, por si acaso.

Tino R. Quintana

Profesor de Ética, Filosofía y Bioética (Jubilado)
Oviedo, Asturias, España

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