• Ha llegado usted al paraíso: Asturias (España)

La puerta

La puerta

La puerta 150 150 Tino Quintana

Hace un par de semanas fue mi nieto de poco más de tres años con su madre, mi hija, a llevar unas flores a la tumba donde reposa un amigo suyo. Compraron las flores, llegaron al cementerio, entraron, pusieron las flores sobre la lápida y, entonces, el niño preguntó:

—¿Y la puerta, mamá? ¿Dónde está la puerta?

Con cuatro palabras, diáfanas como la vida y desnudas como la muerte, puso en jaque todos los sistemas filosóficos y teológicos que tantos quebraderos de cabeza costaron a sus arduos autores: «¿Dónde está la puerta?».

Las casas tienen puertas físicas y las personas puertas simbólicas. Se abren o se cierran.

En los cementerios hay cipreses, calles, quizá algún pájaro y, sobre todo, un silencio sepulcral, pero no hay puertas. Se pueden poner flores sobre una lápida, pero es imposible entregar flores a quien no abre la puerta.

Recuerdo a este propósito el diálogo que mantuve con mi hermano Yayo antes de morir:

—Vas a hacer un largo viaje —le dije.

—Sí. El último viaje de la vida. Espero verte de nuevo —respondió.

Si a ustedes les parece bien, lean despacio estos versos de Miroslav Holub:

«Aunque no haya nada,

ven y abre la puerta.

Al menos hará viento»

TINO QUINTANA

Profesor de Ética, Filosofía y Bioética Clínica (Jubilado)
Oviedo, Asturias, España

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