El objetivo de esta entrada es comentar las diapositivas sobre “Miradas a la muerte desde el arte”. Tiene dos objetivos: por un lado, demostrar que el hecho de la muerte y su entorno son una constante invariable en la historia del arte de todos los tiempos y de todas las culturas; y, por otro lado, que las representaciones de artísticas de la muerte son un correlato de la vida, o sea, el modo de interpretar la vida es relativa al modo de interpretar la muerte y viceversa. Así pues, el arte expresa la muerte y su contexto y, a su vez, contiene pensamientos e ideas sobre la vida y la propia muerte.
Una simple mirada a la muerte desde el arte aporta una enorme cantidad de información que sería materia de muchos cursos monográficos. Aquí sólo se presentan unas pinceladas o itinerarios para mirar las cuestiones que plantea el proceso de morir, la muerte, la tumba, el más allá y la misma vida vista desde la muerte a lo largo de más un milenio y medio de la cultura occidental. Quedan fuera los episodios mortales de la epidemia y de la guerra, así como culturas tan importantes como la egipcia, china, maya o azteca.
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1. UNA MIRADA A LAS CUESTIONES DEL MORIR
Hay en la iglesia de Taby, Suecia, una serie de pinturas murales del siglo XV, obra de Albertus Pictor. Una de ellas representa a la muerte jugando al ajedrez con un caballero. De esta pintura, que Ingmar Bergman conocía muy bien, nació la inspiración que en su momento le llevó a hacer la película El Séptimo Sello (1957), a la que pertenece el diálogo asociado a la diapositiva. El Caballero Antonius Block regresa de una cruzada y encuentra una figura envuelta en un manto negro que le dice que ha estado siguiéndole desde hace tiempo. El Caballero sostiene la mirada de la Muerte, cara a cara, y le dice: «Tu eres capaz de jugar al ajedrez, ¿no?» –- «Sí», responde la Muerte, «¿cómo lo sabes?». «Lo he visto en las pinturas y he leído las leyendas», réplica Block, el Caballero.
2. UNA MIRADA AL PROCESO DE MORIR
La muerte de Sócrates es una pintura de 1787 realizada por el artista francés Jacques-Louis David. La obra representa la escena de la muerte del filósofo griego Sócrates, condenado a morir bebiendo cicuta por haber expresado sus ideas en contra de la creencia en los dioses ancestrales y corromper a los jóvenes atenienses. Alguien le tiende la copa de cicuta con gesto de no querer hacerlo, ni mirarlo. Critón es el discípulo que pone su mano en el muslo del maestro, como intentando hacerle desistir de su decisión. En la parte de la izquierda, sentado y abatido, se encuentra Platón. Domina la escena el propio Sócrates, alzándose de manera decidida, resuelto a tomar el veneno mientras habla a sus discípulos sobre la inmortalidad del alma. Es un suicidio asistido.
Muerte de Roldán. El Cantar de Roldán es un cantar de gesta del siglo XI, centrado en la Batalla del Paso de Roncesvalles, en el año 778, durante el reino de Carlomagno. Tuvo enorme popularidad entre los siglos XII a XVI. Se calcula que fue escrito entre los años 1040 y 1115 d. C. El texto final, llamado Manuscrito de Oxford, se conserva en la biblioteca Bodleiana de Oxford. Una de sus escenas iluminadas representa la muerte de Roldán.
Antes de expirar, Rolando hizo memoria pública de su vida, llora y suspira como un momento más del ritual, pide el perdón de los compañeros y asistentes, encomienda su alma a Dios y se despide pidiendo la bendición divina para los presentes. Nada se plantea sobre su sepultura. Sabe, además, que su tiempo se ha acabado: «no viviré más de dos días», exactamente igual que uno de los personajes de Tres muertos, de Leon Tolstoi: «Me duele todo, Nastasia, es la muerte que se acerca. Eso es lo único que yo sé».
La vivencia de la muerte fue poco a poco centrándose en la singularidad personal. A partir del siglo XV influyó la aparición de ars moriendi, un conjunto de procedimientos para una buena muerte, agrupados en seis capítulos centrados en consolar al moribundo, enseñarle que la muerte no es algo a lo cual temer, evitar las tentaciones que le asaltan (falta de fe, desesperación, impaciencia, orgullo y avaricia) y la actuación de los familiares.
Fueron escritos alrededor de 1415 y 1450, durante un periodo en el que los horrores de la peste negra y los consecuentes levantamientos populares estaban muy presentes en la sociedad. Su popularidad fue tal, que se tradujo a la mayoría de las lenguas europeas occidentales y fue la primera obra de una posterior tradición literaria con el mismo título. Contenía grabados de imágenes instructivas para explicarlo y memorizarlo.
- El Liber ad preparationem mortem, de Erasmo de Rotterdam, fue publicado en 1554. Es una especie de testamento espiritual. Fue escrito a petición de Thomas Boleyn, Conde de Rochford y padre de Ana Bolena. Fue uno de los libros más leídos en el siglo XVI, ofreciendo una reflexión sencilla para ayudar a los que presienten la cercanía de la muerte. Erasmo recuerda que la meditación sobre la muerte más que para provocar angustia tiene que contribuir a fomentar una vida sensata y responsable. El ars moriendi se entiende aquí como ars bene vivendi.
- El arte de morir de Émile Zola (1840-1902) es una colección de cuatro novelas cortas, en los aborda el tema de la muerte, presentándolo como una realidad que forma parte de la existencia humana. Zola examina la idea de que hay tantas muertes como seres humanos. Cada muerte es única, como la existencia, al igual que la manera de acercarse a ella, imaginarla, esperarla o temerla: «Morí un sábado a las seis de la mañana, tras tres días de enfermedad… En el fondo había hecho bien en morirme, no iba a cometer ahora la insensatez de resucitar.»
Anciano en pena es una pintura de Vincent van Gogh (1853-1890). Realizada en 1890 mientras convalecía de una grave recaída en su salud mental dos meses antes de su muerte, probablemente un suicidio. Sobre esta obra, incluidos los dibujos, escribió el propio Van Gogh: «Me parece que un pintor tiene el deber de tratar de poner una idea en su trabajo…, pero no puedo decirlo tan bellamente, tan llamativamente como la realidad, de la cual esto es solo un reflejo tenue visto desde un espejo oscuro, que me parece una de las evidencias más fuertes de la existencia de ‘algo en lo alto’…”.
La niña enferma es el título dado a un grupo pinturas y numerosas litografías del artista noruego Edvard Munch entre 1885 y 1926. Plasman escenas de la muerte de su hermana mayor Johanne Sophie de tuberculosis a los 15 años. Sophie aparece en su lecho de muerte acompañada por una apenada mujer morena, probablemente su tía Karen. Tiene una expresión angustiada, toma las manos de la mujer mayor que aparece consolarla, pero cuya cabeza está inclinada como si no pudiera soportar mirarla a los ojos.
Muerte en la habitación de la enferma El momento de la muerte, es también una obra de Edvard Munch, en 1893 que se posiciona entre el sintetismo y el simbolismo. Sus pinturas sobre la angustia, la muerte y el amor son precursoras del expresionismo. La imagen muestra una habitación con siete personas y diferentes actitudes. La moribunda está bloqueada por una silla de mimbre con respaldo alto. Sólo se puede ver la almohada y un brazo ligero descansando sobre una manta oscura. Se acentúa la intimidad de la muerte.
3. UNA MIRADA A LA MUERTE
La Piedad del Vaticano o Pietà es un grupo escultórico en mármol realizado por Miguel Ángel entre 1498 y 1499. Sus dimensiones son 1,74 por 1,95 m. Se encuentra en la primera capilla a la derecha desde la entrada principal de San Pedro del Vaticano. Esta obra es de bulto redondo, lo que significa que se puede ver desde todos los ángulos, pero el punto de vista preferente es el frontal. La Virgen María, joven, bella y piadosa, cuyas vestiduras se expanden con numerosos pliegues en una composición triangular sosegada, expresa la ternura y el dolor de una madre al ver a su hijo muerto en sus brazos. Inspira sosiego, resignación y serenidad ante el drama de la muerte.
- Tomás Luis de Victoria (1548-1611) es el músico polifonista más destacado del Siglo de Oro español y uno de los más sobresalientes en Europa. Otros autores de renombre han sido Francisco Guerrero y Ambrosio de Morales. El O vos omnes pertenece al oficio litúrgico del Viernes Santo. En este caso se reproduce el compuesto por el chelista y músico catalán Pau Casals (1876-1973) a cargo de King’s College, Cambridge. Es sencillo y emotivo.
Giuseppe Sanmartino (Nápoles, 1720-1793), escultor italiano, ha pasado a la historia por la escultura del Cristo Velado, realizada en mármol en 1753 para la capilla de Santa Maria della Pietà en Nápoles. La escultura, hecha de un solo bloque de mármol, está considerada una obra maestra de la escultura del siglo XVIII europeo y una de las mayores obras maestras de la escultura de todos los tiempos. Representa a Cristo muerto yacente, apoyado sobre almohadas y velado por un finísimo sudario.
- El Requiem de Giuseppe Verdi fue compuesto en 1874 para coro, voces solistas y orquesta. La pieza que se reproduce aquí está interpretada por la soprano rumana Angela Georghiu, el Coro de la Radio de Suecia y la Orquesta Filarmónica de Berlín, bajo la dirección de Claudio Abbado.
- El réquiem es una parte de la liturgia cristiana de los difuntos procedente de los primeros siglos. Desde el punto de vista musical comenzó su auge a partir del siglo XIV y luego fue evolucionando en nuevas direcciones hasta hoy. Hay réquiems de guerra (el War-Requiem de Benjamin Britten), con temas ecológicos y proféticos (Mass in Black de Wilfred Owen) o, simplemente, misas de réquiem como la Requiem Mass de Karl Jenkins. Se han escrito también réquiems profanos, sin relación con la religión (el Requiem de Dmitri Kabalevski), al igual que obras puramente instrumentales llamadas réquiem, pero ajenas a la estructura tradicional como la Sinfonia da requiem, del citado Benjamin Britten.
El Éxtasis de la beata Ludovica Albertoni es una obra de Gian Lorenzo Bernini ejecutada en mármol y jaspe entre los años 1671 al 1674. Bernini tenía entonces 71 años. Se instaló en la Iglesia de San Francesco a Ripa de Roma donde aún permanece. Ludovica Albertoni fue una mujer noble que tras la muerte de su marido. Vivió una vida piadosa trabajando para los pobres. Beatificada en 1671. Bernini creó un efecto escenográfico moviendo las paredes alrededor de la tumba y la pintura del fondo, así como ventanas laterales para dar luz a la escultura. La imagen de Ludovica, situada sobre su propio sepulcro, muestra la muerte como íntima unión mística con Dios, el amado por antonomasia. Para entenderlo sirve otra escultura de Bernini sobre El éxtasis de santa Teresa que escribió estos versos: «Vivo sin vivir en mí / y de tal manera espero, / que muero porque no muero».
Damián Campeny (1771-1855) es uno de los mejores escultores del estilo neoclásico en España. Una de sus obras más emblemáticas es este mármol que representa la Muerte de Lucrecia, y que en la actualidad se expone en el Palacio de Lonja del Mar en Barcelona. Aquí vemos a la mujer ya muerta, sentada, con el brazo izquierdo cayendo, la cabeza en una posición imposible para el cuello y el cuerpo casi a la vista gracias a la túnica tan ceñida. Lucrecia era la esposa de un patricio de la Roma del siglo VI a. C. Fue violada por Tarquino, el hijo del rey de Roma. Cuando esto se hizo público, la mujer sintió tanto dolor y vergüenza que acabó suicidándose. Está el puñal a sus pies.
La autora del poema adjunto, Alfonsina Storni (1892-1938), sumida en una profunda depresión tras contraer un cáncer de mama, se suicidó en Mar del Plata arrojándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres de Mar del Plata, Argentina, el 25 de octubre de 1938. Está enterrada en el Cementerio de la Chacarita de Buenos Aires.
- Las Siete Partidas de Alfonso X, compuestas a mediados del siglo XIII, dicen que el suicidio tiene lugar cuando se «pierde la confianza y se desespera de los bienes de este mundo y del otro, aborreciendo la vida y codiciando la muerte». Y lo define así: «cuando alguno se mata por gran cuita o por gran dolor de enfermedad que le acaece, no pudiendo sufrir las penas de ella».
- Tomás Moro (1478-1535) habló de una sociedad ideal en su Utopía, donde estaba permitido el suicidio y la eutanasia: «Y viendo que su vida no es para él más que una tortura, que no sea reacio a morir sino mejor que cobre buenos ánimos y se desembarace de sí mismo de esta dolorosa vida como de una prisión o de un potro de tormento, o permita de buen grado que otro le libre de ella».
¡Mira qué bonita era! es una pintura de Julio Romero de Torres (1874-1930) inspirada por la muerte de una joven de quince años que él mismo vio en el ataúd, rodeada de familiares y amigos. La luz procede de una ventana situada a la izquierda y dos velas a punto de apagarse por el viento que entra. En este velatorio se reflejan emociones como la tristeza, el respeto, la impotencia e incredulidad, la rabia o incluso la curiosidad, a través de la mirada del niño que mira por la ventana. Son los duelos como acto social.
“Phoebe is dead/McQueen” (2010) de Michael StavrosMichael Zavros, un destacado artista australiano nacido en 1974. Observar a alguien en extremo cercano, amado y con una cara tan joven en manos de la muerte, siempre es un motor para detener o acelerar las cosas en la vida. Algo así debió sentir Stavros al pintar a su hija en este lienzo, como si se pudiera preservar una muerte limpia, serena, tranquila, bella.
La reina Isabel II de Inglaterra recitó el poema de David Harkings, en 2002, en el funeral de la reina. El poema Recuérdame era una poesía anónima que llevaba años circulando por internet y titulada “poema escocés para despedir a un ser querido”, pero no es escocesa, ni anónima. La lectura por parte de la reina Isabel impulsó la búsqueda de su autoría y, meses después, apareció David Harkins, poeta amateur del condado de Cumbria, al norte de Inglaterra, que lo escribió en los años 80 como una poesía amorosa.
El niño y la muerte es una pintura al óleo de 1899 de Edvard Munch. Se exhibe en la Galería de arte de Bremen. Muestra a una niña ante el lecho de muerte de su madre, mirando con miedo al espectador. La pintura permite asociaciones con experiencias traumáticas de la infancia y juventud del pintor. Se ha dicho que Munch creó «figuras expresivas desgarradoras que tocan directamente al espectador. El horror silencioso de la niña ante el rostro de la madre muerta resulta ser una variante del famoso El grito.»
4. UNA MIRADA A LA TUMBA
En la antigüedad griega y romana los muertos no convivían con los vivos. Las tumbas se construían fuera de las poblaciones, en particular las de los nobles, como se puede ver en la Via Apia de Roma. Los pobres recibían sepultura en fosas comunes. A partir de los siglos VII y VIII los sepulcros, excepto los de los nobles, carecían de identidad y se enterraban literalmente acurrucados en torno a las iglesias, como es el caso de la necrópolis altomedieval de Veranes (Gijón). Se hacía lo mismo en todo Occidente. En las grandes poblaciones los cementerios ocupaban el centro de las ciudades y terminaron convirtiéndose en lugar de paseo, celebración y comercio. Jan Bruegel lo refleja en este lienzo de 1612 (Museo del Prado, Madrid).
Père Lachaise es el cementerio intramuros más grande de París que representa el tipo de cementerio continental europeo. Tiene la peculiaridad de que muchos parisinos lo utilizan como si fuese un parque. Se abrió en 1804. En él reposan los restos de algunos personajes de gran prestigio, como Molière, La Fontaine o Abelardo y Eloísa, Marcel Camus, Frederic Chopin, Édith Piaf. La arquitectura de los panteones, tumbas y criptas, junto a las esculturas y las grandes personalidades enterradas aquí lo hacen un lugar irrepetible. La música es el Nocturno Nº 21 de Chopin interpretado por Maria Joao Pires.
El cementerio Mount Auburn, Massachusetss, creado en 1831, y entendido como institución naturalista, artística y cívica, con largas avenidas y numerosos espacios verdes, tiene en su web este comentario: «Nuestro personal reconoce los desafíos de la planificación para el final de la vida. Lo ayudamos con cuidado y compasión a tomar estas decisiones, ya sea que esté planeando para el futuro o necesite hacer arreglos inmediatos. Mount Auburn ha sido y siempre será un lugar sagrado de recuerdo, un lugar para llorar a aquellos que amamos, un lugar para buscar inspiración y consuelo, y un lugar para celebrar la vida». https://mountauburn.org/cemetery/
El cementerio de Poble Nou, en el barrio del mismo nombre de la ciudad de Barcelona, es uno de tantos cementerios construidos entonces fuera del núcleo urbano con motivo de las medidas sanitarias adoptadas en el siglo XVIII en Europa. Se inauguró en 1775 y fue reconstruido en 1815. De todas las esculturas hay una que destaca entre ellas por su realismo, composición y singularidad simbólica. Se trata de la conocida como escultura de “El Beso de la Muerte” (1930). Reproduce a la muerte besando la frente de un joven que se desploma. La escultura ha sido atribuida a Jaume Barba, aunque otros la atribuyen a una colaboración coral. En el epitafio hay unos versos de Jacinto Verdaguer.
5. UNA MIRADA AL MÁS ALLÁ
En la antigua Grecia la muerte no se limitaba a despedir la desaparición física del cuerpo y a honrar luego su memoria. Más allá del funeral, los griegos celebraban un conjunto de rituales ligados a la mitología. Al igual que otras sociedades antiguas, percibían la muerte como una etapa más de la vida, un punto de inflexión representado por el rito del entierro y la sepultura como vía para comunicarse con los muertos, pero también como transición del espíritu o el alma hacia su muerte y hacia otro destino. El cuadro de John Roddam Spencer Stanhope representa al barquero Caronte y a Psiché. El alma paga el viaje al reino del Hades. Por eso los griegos metían una moneda en la boca del difunto.
Había múltiples concepciones en el Imperio Romano sobre el significado de la muerte, como dice Cicerón: «Existen algunos que defienden que la muerte es la separación del alma y del cuerpo, otros sostienen que no se produce ninguna separación, sino que el alma y el cuerpo perecen juntas y que el alma se extingue con el cuerpo. Entre aquellos que sostienen la tesis de la separación del alma, unos aseguran que ésta última se disipa rápidamente; otros, sin embargo, que vive eternamente» (Tusculanas I, 9, 18).
Texto seleccionado de Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano:
«He ido esta mañana a ver a mi médico Hermógenes, que acaba de regresar a la Villa después de un largo viaje por Asia. El examen debía hacerse en ayunas; habíamos convenido encontrarnos en las primeras horas del día. Me tendí sobre un lecho luego de despojarme del manto y la túnica. Te evito detalles que te resultarían tan desagradables como a mí mismo, y la descripción del cuerpo de un hombre que envejece y se prepara a morir de una hidropesía del corazón… Esta mañana pensé por primera vez que mi cuerpo, ese compañero fiel, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma, no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo… he llegado a la edad en que la vida, para cualquier hombre, es una derrota aceptada. Decir que mis días están contados no tiene sentido; así fue siempre; así es para todos. Pero la incertidumbre del lugar, de la hora y del modo, que nos impide distinguir con claridad ese fin hacia el cual avanzamos sin tregua, disminuye para mí a medida que la enfermedad mortal progresa… Como el viajero que navega entre las islas del Archipiélago ve alzarse al anochecer la bruma luminosa y descubre poco a poco la línea de la costa, así empiezo a percibir el perfil de mi muerte…
Puede ser después de todo que tengan razón, y que la muerte esté hecha de la misma materia fugitiva y confusa que la vida. Pero desconfío de todas las teorías de la inmortalidad; el sistema de retribuciones y de penas deja frío a un juez que conoce la dificultad de juzgar. Por otra parte, también me sucede encontrar demasiado simple la solución contraria, la nada, el hueco vacío donde resuena la risa de Epicuro…
El reducido grupo de los íntimos se reúne junto a mí. Chabrias me da lástima; las lágrimas no van bien con las arrugas de los ancianos. El hermoso rostro de Celer está, como siempre, extrañamente tranquilo; me cuida aplicadamente, sin dejar traslucir nada que pudiera agregarse a la inquietud o a la fatiga de un enfermo. Pero Diótimo solloza, hundida la cabeza en los almohadones. He asegurado su porvenir; como no le gusta Italia podrá realizar su sueño de volver a Gadara y abrir allí, junto con un amigo, una escuela de elocuencia; nada perderá con mi muerte. Y sin embargo sus frágiles hombros se agitan convulsivamente bajo los pliegues de la túnica; siento caer sobre mis dedos esas lágrimas deliciosas. Hasta el fin, Adriano habrá sido amado humanamente.
Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver… Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos».
En una gran parte de las puertas de acceso a las iglesias o en su interior, adoptando la forma de frescos murales, como Santa María y San Clemente de Taüll (Lérida), en torno a principios del siglo XII, había figuras majestuosas de Cristo Pantocrator, bendiciendo y con un libro en la mano (ego sum lux mundi) tal como se presenta en el libro del Apocalipsis describiendo su segunda venida y el Juicio Final. Los seres humanos encontrarán luz al final del camino. Frecuentes en la cultura bizantina, también se encuentran por Europa y España (Carrión de los Condes, Alba de Tormes, Salamanca, San Isidoro de León, etc.).
El pintor y escritor José Gutiérrez-Solana es otra gran referencia en esta de la primera mitad del siglo XX. Aquí, todavía más claramente que en los casos anteriores, la presencia de la muerte es tan apabullante que casi hace innecesaria glosa alguna. Basta con mirar. Es una especie de Goya alucinado que retrata lo putrefacto. Su pintura El fin del mundo, que recuerda otro similar de Bruegel (El triunfo de la muerte, Museo del Prado), muestra que no hay divinidad, ni más allá. No queda nada. No hay más que nada. Todo al revés.
Duby en su libro La época de las catedrales (Cátedra, 2016) afirma que «con los rosetones culmina el arte de la vidriera, pues significa a la vez el ciclo del cosmos y del tiempo resumiéndose en lo eterno y en el misterio de Dios luminoso, Cristo sol». El rosetón Norte de la catedral de León es el más antiguo (siglo XIII). Está formado por 16 semicircunferencias, otros 16 medallones con Reyes músicos, y otros 16 radios ornamentales. Ocupa el centro la imagen de Jesucristo con las Sagradas Escrituras.
El Requiem en re menor de Gabriel Fauré, uno de los más populares, fue escrito entre 1886-1888 y está hecho para ser interpretado por coro y orquesta. Notablemente innovador, Fauré omitió al Dies irae y añadió el responsorio «In Paradisum» eliminado así el miedo a la ira de Dios y expresando una serena y definitiva visión confortable del cielo. Lo interpreta el King’s College Cambridge.
6. UNA MIRADA A LA VIDA DESDE LA MUERTE
El tesoro de Boscoreale está formado por más de un centenar de piezas de vajilla de plata, joyas de oro y más de mil monedas de oro, descubierto en 1895 en una villa romana situada sepultada por el Vesubio el año 79 d. C. Los expertos creen que la villa era propiedad de un adinerado banquero de Pompeya. Muchas de las piezas llevan inscrito el nombre de Maxima, hija del banquero. El memento mori ya era entonces un clásico.
Entre los objetos más conocidos del Tesoro de Boscoreale hay dos tazas (modiolus) que representan, bajo una guirnalda, los esqueletos de los poetas trágicos y cómicos y los filósofos griegos más famosos en distintas actitudes vitales y satíricas. Sus nombres -Menandro, Eurípides, Arquíloco, Monimus el Cínico, Demetrio de Phalera, Sófocles y Moschion- aparecen grabados en griego con puntos y algunas máximas epicúreas: «disfruta de la vida mientras puedas, porque el mañana es incierto” o “el placer es el bien supremo”. El conocido memento mori ya es en realidad un clásico.
«No hay época que haya impreso a todo el mundo la imagen de la muerte con tan continuada insistencia como el siglo XV». Así abre Johan Huizinga su capítulo en torno a la concepción medieval de la muerte, cuyas representaciones plásticas y literarias florecen especialmente durante los siglos bajomedievales.
Danza Macabra es el fragmento de una pintura de Bernt Notke, de finales del siglo XV, en la Iglesia de San Nicolás, Tallin. Es considerada la obra de arte medieval más conocida y una de las más valiosas de Estonia. Es la única danza macabra medieval que sobrevive en el mundo pintada sobre lienzo. El tema de la Danza de la Muerte, tan frecuente en esta época, es un memento mori, para recordar que ante ella todos somos iguales. El esqueleto de la Muerte baila con los mortales, ordenados jerárquicamente sin exceptuar a nadie. Quizá sea una respuesta al caos producido por la peste negra.
La Dança general de la Muerte es un poema alegórico y anónimo castellano del siglo XV, escrito en dodecasílabos agrupados en coplas reales, que pertenece al género literario lírico-dramático de las danzas de la muerte, citadas antes, originalmente situadas en Francia y Alemania. En España se conserva un manuscrito de la Dança General en la Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
El Juicio Final o El Juicio Universal es el mural realizado al fresco por Miguel Ángel para decorar el ábside de la Capilla Sixtina en el Vaticano. Empezó a pintarlo 25 años después de pintar la bóveda de la capilla. El tema es del Apocalipsis según San Juan. Como todas las obras de Miguel Ángel (1475-1564), sus personajes manifiestan plasticidad y fuerza. La composición es un remolino de figuras, todas en primer plano, sin perspectivas ni paisajes, contraponiéndose unas a otras en una escena espectacular. Sus colores son muy vivos y contrastados entre luz y sombra. Representa un más allá con su escena final, en clave religiosa, después de haber muerto a las presentes coordenadas de espacio y tiempo.
El lacrimosa dies illa forma parte de la Misa de Réquiem en re menor de Wolfgang Amadeus Mozart, basada en los textos latinos de la liturgia católica. Mozart murió en 1791, antes de terminarla. El propio compositor, ya enfermo, dio instrucciones a Franz Xaver Süssmayr para hacerlo. Su fama ha sido enorme y es el réquiem por antonomasia. Lo interpretan los coros de la radio bávara y sueca, la orquesta del Festival de Lucerna, bajo la dirección e Claudio Abbado.
«Finis Gloriae Mundi» es una obra realizada por Juan Valdés Leal, entre 1670-1672, haciendo referencia a la idea de que la muerte está por encima de todo y que al final de los tiempos todos somos juzgados por igual. Es un cuadro de tendencia tenebrista y claro estilo barroco. Destacan las zonas con luz más importantes. La tónica general es la de la comparación de la riqueza con detalles de podredumbre y destrucción.
Gustav Klimt (1862-1918), pintor simbolista austríaco, es una importante figura del movimiento de los pintores decorativos, que buscan la sugestión de la apariencia. Pocos años antes de fallecer y sabiendo su debilidad, plasmó su visión de la muerte y la vida. Lo hizo en un lienzo titulado «Muerte y Vida” (1910 y 1911). Museo Leopold de Viena. En este lienzo se representa el conflicto entre la existencia y la muerte. A la izquierda se ve a la Muerte de la que se ve sólo la calavera observando con ironía, con un sudario oscuro decorado con cruces y un bastón en la mano y acechando a todos sin excepción. La Vida está representada por una aglomeración de cuerpos de diferentes edades que se abrazan. En esta alegoría, el amor parece vencer a la muerte, aunque la vida sea caótica.
Los poemas de Ángel González y Francisco Brines, parecen desafiar a la muerte desde la afirmación de la vida, la celebración del amor y la amistad. Se resisten a aceptar la finitud y el olvido con la fuerza de sentimientos imperecederos. El centro son las personas.
CONCLUSIÓN GENERAL
Se ha dicho que las representaciones sobre la muerte derivan de las esperanzas de vida, que han mejorado en nuestro ámbito cultural a excepción de los desastres pandémicos y bélicos. Por eso merece la pena preguntarse: ¿Las representaciones y las actitudes frente a la muerte no serán más bien las derivadas de la esperanza de un determinado modelo de vida y de felicidad en Occidente? También suele decirse que el modo de vivir la muerte depende del modo de entender la vida. Quizá se pueda decir lo contrario: la comprensión de la vida está relacionada y depende también de la concepción de la muerte.
Oviedo, 20 de junio de 2022