• Ha llegado usted al paraíso: Asturias (España)

«Te necesito»

«Te necesito»

«Te necesito» 150 150 Tino Quintana

«Tengo 95 años. Me queda poco y te necesito».

Así me lo acaba de decir un amigo, casi olvidado, pero que no se había olvidado de mí. Y fui a verle. Me dijo que siempre pedía al cielo para que yo fuera feliz.

Le conocí hace medio siglo. Yo, todavía muy joven, inexperto y buscador del saber que todavía hoy no ha superado la bisoñez del aprendizaje. Él, ya entonces médico cualificado. Apenas nos quedó nada por hablar yendo y viniendo por el Paseo de la Grúa.

La sonrisa era su gesto habitual. Su rostro transmitía sosiego. Hablaba pausadamente, paladeando las palabras. Miraba de frente, y, por encima de todo, escuchaba. Muchas veces quedábamos mirando en silencio al mar. Luego, reanudábamos la conversación.

Desde entonces, han quedado grabadas en mí dos tareas: el conocimiento de lo que por aquellos años comenzó a llamarse bioética, y la sintonía con la vida y el mundo de los profesionales sanitarios. Esto ha condicionado por completo mi vida para bien.

No sé dónde localizó mi teléfono. Su alegría salía del corazón, como si hubiera encontrado lo que creía perdido. Recordé, con envidia y falso pudor, a san Agustín de Hipona por quien su madre, santa Mónica, tanto había llorado siendo su hijo joven: «no puede perderse el hijo de tantas lágrimas». Le dijeron.

Cuando ahora miro tantas veces atrás ─quizá porque soy cada vez más “mayor” ─, compruebo que hay quienes van pisando mis huellas, lo que demuestra, en realidad, que lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos. Tenía razón Antonio Machado:

«Caminante, son tus huellas
el camino y nada más».

Ya nos hemos reencontrado: un largo abrazo entre sollozos, una larga conversación, como antiguamente, y un compromiso de seguir viéndonos lo que nos permita la vida. Al final, me pareció oportuno recitarle los siguientes versos atribuidos a Jorge Luis Borges:

«No puedo cambiar tu pasado ni tu futuro.
Pero cuando me necesites estaré junto a ti».

Anochecía cuando volvía a casa caminando por los senderos del alma, transeúnte de mí mismo. Levanté la vista, las estrellas parecían candiles encendidos y en mis oídos seguían resonando sus palabras: «Tino, tengo 95 años, me queda poco y te necesito».

Tino R. Quintana

Profesor de Ética, Filosofía y Bioética (Jubilado)
Oviedo, Asturias, España

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